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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO
ANTE LA SANTA SEDE*


Lunes 10 de noviembre de 1980

 

Señor Embajador:

Me complace dar a Su Excelencia la bienvenida al Vaticano, con motivo de la presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador de Egipto ante la Santa Sede. Le doy las gracias por el cordial mensaje que me ha dirigido, en especial por las amables palabras de encomio de mis esfuerzos por promover la paz y comprensión entre pueblos y naciones.

Le ruego en esta ocasión que transmita mis mejores votos a Su Excelencia el Presidente Sadat. Tengo confianza de que bajo su liderazgo la República Árabe de Egipto dará todavía mayores pasos en los caminos del progreso y el desarrollo, y todo el pueblo de su país vivirá en armonía.

He seguido de cerca los esfuerzos por construir una paz duradera que han realizado el Presidente Sadat y el Gobierno egipcio. Y me alegra oír de usted la confirmación de que estos esfuerzos proseguirán, a pesar de todas las dificultades. De hecho y precisamente porque las tensiones y peligros han aumentado en los últimos tiempos, la obra de la paz debe avanzar, como usted mismo ha dicho. Y no hay duda de que se debe intensificar hasta alcanzar una paz amplia, una paz que dé solución justa a todos los aspectos de la crisis de Oriente Medio, incluido el problema palestino de Jerusalén. Toda supuesta paz que no tenga en cuenta todos los elementos de la divergencia y no abarque en fin de cuentas a todas las partes afectadas, correría peligro de ser estéril y podría encender conflictos todavía más agudizados.

Como Su Excelencia sabe, los católicos de Egipto están deseando contribuir como ciudadanos leales al progreso futuro de su país,, y junto con sus hermanos y hermanas de fe cristiana quieren colaborar con todos sus compatriotas de fe musulmana, dentro del respeto mutuo y en igualdad de condiciones.

En su permanencia aquí, que confío será fecunda, puede estar seguro del interés y cooperación de la Santa Sede en él desempeño de su tarea.

Para Su Excelencia y la noble nación que representa pido favores abundantes al Todopoderoso.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, 1981 n.3, p.8.

 



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