ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA ESTACIÓN DE VELLETRI
Domingo 7 de septiembre de 1980
Ilustres señores, queridísimos hijos:
Al dirigiros mi saludo cordial unido al vivo agradecimiento por la acogida entusiasta que me habéis ofrecido, deseo expresar mi gozo por este encuentro que me permite recordar la parada que hizo aquí mi predecesor Pío IX, de venerada memoria, con ocasión del viaje de inauguración del trayecto de ferrocarril Roma-Velletri.
La visita pontificia a la ciudad de Velletri se debió precisamente a este acontecimiento de relevancia notable tanto tecnológica como socialmente. Me gusta interpretar la presencia en este lugar de aquel gran Papa en aquella circunstancia, como un testimonio significativo de la complacencia de la Iglesia en cada descubrimiento del ingenio humano y en toda realización de auténtico progreso. En efecto, la Iglesia trata de sostener y alentar el afán del hombre por la conquista del mundo en fuerza de la misión que le es propia, es decir, la misión de iluminar con la luz del Evangelio toda realidad de orden temporal. Así ha sido en el pasado, no obstante algunas incomprensiones momentáneas, y así es hoy.
Esta es la consideración rápida que me gusta dejaros en recuerdo de mi visita, visita que he incluido complacido en el programa de hoy, porque no he querido que faltase una prueba particular de estima y aprecio a vosotros y ni importante trabajo que desempeñáis diariamente.
En confirmación de estos sentimientos y en augurio de todo don celestial, os concedo de corazón la propiciado» bendición apostólica que extiendo a todos vuestros compañeros y a las familias.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana