DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN DE PINTURA NORTEAMERICANA
«A MIRROR OF CREATION»
Martes 23 de septiembre de 1980
Eminencias,
queridos amigos del arte religioso americano:
Es un placer para mí daros la bienvenida hoy aquí e inaugurar con vosotros la primera y más grande exposición de pintura americana en el Vaticano.
Con esta exposición, vuestra Asociación continúa sus iniciativas y amplía al mismo tiempo los contactos habidos con el Vaticano en los seminarios celebrados aquí en 1976 y 1978.
El mismo título que habéis dado a esta exposición es expresión de los sentimientos que han impulsado vuestra actividad más reciente: "Un espejo de la creación-150 años de pintura americana de la naturaleza". Gracias a vuestro esfuerzo generoso, muchas personas admirarán estos cuadros las próximas semanas; con vosotros podrán asimismo reflexionar sobre la naturaleza como muestra de la obra de las manos de Dios, manifestación de su poder y belleza, y expresión de la generosidad con que ha dotado al mundo y lo adorna para bien de los seres humanos. De estas reflexiones sobre la naturaleza emerge una conciencia profunda de la gloria de la creación, la dignidad del hombre y, sobre todo, de toda la majestad del Creador. El Salmista se sintió movido a exclamar: "Oh Yavé, Señor nuestro, ¡cuán magnífico es tu nombre en toda la tierra! ¡Cómo cantan los altos cielos su majestad! (Sal 8, 2).
Me complace asimismo aprovechar la oportunidad de esta reunión de hoy para sumar mi voz una vez más al gran testimonio de respeto, estima y confianza a los artistas de todo el mundo dado durante largos años por mi predecesor Pablo VI. No hay duda de que los artistas pueden aportar una noble cooperación en la construcción de la civilización del hombre y en el progreso del Reino de Dios en la tierra-
Sea bendito este afán vuestro y todos vuestros esfuerzos al servicio del arte. "Que Yavé os bendiga y os guarde. Que haga resplandecer su faz sobre vosotros y os otorgue su gracia. Que vuelva su rostro hacia vosotros y os dé la paz" (Núm. 6, 24-26).
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