DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL SEÑOR CARLOS ROMERO ÁLVAREZ GARCÍA
NUEVO EMBAJADOR DE BOLIVIA ANTE LA SANTA SEDE*
Jueves 19 de mayo de 1983
Señor Embajador:
Me es grato dar la bienvenida a Vuestra Excelencia, designado por el Gobierno Constitucional de Bolivia como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Bolivia ante la Santa Sede. Con este acto de presentación da comienzo a su alta misión que le deseo llena de aciertos para bien de su País y en orden a consolidar las buenas relaciones con esta Sede Apostólica.
He escuchado con atención las palabras de Vuestra Excelencia, a través de las cuales se ha hecho eco de problemas y situaciones, particularmente acuciantes en nuestro tiempo. Usted mismo conviene en que, dada su confluencia e ineludibles repercusiones en la vida de los hombres y de los pueblos, tales problemas exigen una toma de conciencia y una voluntad de afrontarlos con verdadera sabiduría, es decir, bajo el prisma del ser humano, sabiendo de antemano lo que conduce a su auténtico desarrollo y perfeccionamiento.
Efectivamente –como ha puesto de relieve Vuestra Excelencia– vivimos en un mundo que nos sorprende constantemente con nuevos descubrimientos de verdades científicas, arrancadas a la naturaleza, y que la tecnología avanzada se encarga después de aplicar y transformar en productos para el uso y consumo de los hombres. No raras veces, cuando se habla de progreso, éste se sobreentiende vinculado a la abundancia en productos, naturales o fabricados, cuya sola posesión pretende originar en ocasiones una extendida sensación de igualdad y bienestar.
Y sin embargo, el hombre y la sociedad actual se están dando cuenta, cada vez más, de que ese progreso se quedaría manco o incluso se vuelve amenazador, cuando se descuidan las verdades de vida, que trascienden lo meramente material, y que anidan en lo más profundo del ser humano. A éste no le basta ni le puede satisfacer “tener más”; necesita “ser más”, esto es, tiene necesidad de un desarrollo interior de todas las facultades que elevan y ennoblecen su dignidad propia entre todos los seres creados.
En este sentido, abrigo una gran confianza –expresión de sólida esperanza por parte de la Iglesia y de la Santa Sede– en que los programas públicos de desarrollo y de mejoramiento social que se están planteando o aplicando en Bolivia, se vean siempre impregnados por este deseo de acercarse a las exigencias que lleva todo hombre para realizarse a sí mismo. Y a este respecto, quiero subrayar el espíritu de servicio que ha distinguido a los Obispos, sacerdotes, familias religiosas y fieles de la Iglesia en Bolivia, quienes con dedicación y sacrificio continuo sostienen la esperanza del pueblo y de todos los bolivianos a promoverse sin cesar en armonía con su identidad cultural, espiritual y moral.
Que estos fervientes votos se cumplan felizmente con la ayuda del auxilio divino. así lo deseo y pido al Señor en mis oraciones para bien de su querido País, a cuyas Autoridades y ciudadanos todos envío por mediación de Vuestra Excelencia un atento saludo.
* AAS 75 (1983) p. 823-824.
Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. VI, 1 1983 pp.1272-1273.
L'Attività della Santa Sede 1983 pp. 376-377.
L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 22, p.4.
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