VIAJE APOSTÓLICO A VENEZUELA,
ECUADOR, PERÚ, TRINIDAD Y TOBAGO
CEREMONIA DE DESPEDIDA
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Aeropuerto Internacional de Caracas
Martes 29 de enero de 1985
Señor Presidente,
hermanos en el Episcopado,
venezolanos todos:
Después de tres días de contactos intensos con este pueblo fiel de Venezuela, llega el momento de despedirme de vosotros. He de hacerme violencia, porque el impulso del corazón me inclinaría a prolongar la permanencia. Pero he de continuar mí viaje apostólico, para visitar a otros hermanos que también aguardan nuestro encuentro.
En este momento vuelven a mi mente todas las personas a las que me he podido acercar en vuestras calles y plazas, y con las que he compartido instantes de gracia, aquí en Caracas, en Maracaibo, Mérida y Ciudad Guayana. Estas ciudades han sido un compendio de Venezuela entera, de todos sus habitantes, con los que me he sentido siempre unido mediante la radio y la televisión.
Os dejo un mensaje, que es semilla sembrada con amor y confianza. Que el recuerdo de unos momentos vividos en el mutuo afecto, sea el clima en el que germinen frutos de fe renovada en cada corazón cristiano. El Papa, al marchar, os reitera la gran consigna de vuestra Misión nacional: Venezolano, renueva tu fe. Y llévala a tu vida personal, a la familia, al empeño por la justicia, ala solidaridad con el pobre y con quien sufre.
Marcho con la esperanza de que así será. Y que los diversos grupos eclesiales encontrados en los días pasados: personas de especial consagración, familias, laicos comprometidos, jóvenes, trabajadores y fieles todos, mediante un intensificado esfuerzo de educación y catequesis, irán creciendo —unidos a los obispos— en la fidelidad a la fe, en una fe vívida y renovada. Así la Iglesia en Venezuela dará verdadero testimonio de la presencia de Jesucristo y podrá afrontar con valentía los desafíos del milenio que se aproxima.
Quiero también agradeceros muy de veras vuestra cordialidad y afectuosa cercanía, vuestra colaboración y eficacia en los preparativos para esta visita. Mí gratitud va en primer lugar al Señor Presidente, por tantos y tan deferentes gestos como ha tenido para conmigo en estos días. También a las autoridades, al señor cardenal, a mis hermanos obispos, a tantos sacerdotes, personas consagradas y laicos, que con generosidad y sacrificio se han prodigado por el feliz resultado de la visita.
Dios os lo pague sobreabundantemente, y que la Madre de Coromoto acompañe siempre a todos los hijos de esta querida tierra, a los que bendigo de corazón, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
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