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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A COLOMBIA

SALUDO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LA CIUDADANÍA DESDE EL BALCÓN
DEL PALACIO ARZOBISPAL

Plaza Simón Bolívar - Bogotá
Martes 1 de julio de 1986

 

Queridos hermanos y hermanas de Bogotá y de Colombia entera:

1. En mi gozoso recorrido por las avenidas de esta ciudad, desde el aeropuerto “Eldorado”, he visto vuestro fervor espiritual y vuestro entusiasmo desbordante; he apreciado vuestra sincera devoción y entrañable amor a Aquel a quien mi pobre persona representa, y he captado vuestros intensos gritos de esperanza: la esperanza que en vosotros suscita el mensaje salvífico de Jesús.

Gracias por vuestra cordial acogida y por vuestra hospitalidad. Gracias por haberos reunido en esta histórica plaza para recibir al Papa en clima de fiesta eclesial. Gracias por abrir vuestro corazón al Sucesor de Pedro que viene a confirmar en la fe a la gran familia colombiana.

A todos os saludo. Y quisiera saludaros uno a uno para haceros partícipes, en forma más expresiva, del amor que os profeso. Quisiera acercarme a vuestros hogares, confortar a vuestros enfermos, alentar a los jóvenes, bendecir a los niños. Los señores cardenales, el arzobispo primado, el Presidente de la Conferencia Episcopal y los demás obispos aquí presentes, son testigos de la solicitud y afecto pastoral que siento por vosotros. ¡Cómo pido a Dios que mi visita pastoral redunde en copiosos frutos de vida cristiana y de renovación social en la querida Colombia!

2. Nos hallamos en la plaza de Bolívar, centro ideal de esta metrópoli de la República de Colombia: Bogotá, ilustre desde hace siglos por su cultura. En efecto, tanto la cultura autóctona colombiana como la cultura moderna tienen aquí expresiones muy significativas; por otra parte, sus instituciones universitarias y sus academias han hecho de esta capital un centro de creación y de irradiación.

Pero Bogotá se ha distinguido además por la nobleza de su gente, protagonista, a lo largo de casi cuatro siglos y medio, de no pocas gestas de alto valor patriótico que tejieron la historia de la nación y diéronle su fisonomía jurídica, su libertad democrática y su solidez de Estado independiente, señalando su trayectoria hacia grandes empresas y hacia un destino glorioso.

3. Con vosotros, habitantes de Bogotá, comparto el gozo de este encuentro que es, ante todo, un encuentro de fe, de esa fe, don de Dios al hombre, que os ha sido transmitida por el ministerio de los Pastores de la Iglesia y que habéis recibido, desde la infancia, de labios de vuestros padres y maestros cristianos.

He venido a vuestro país como Peregrino de la fe, y no deja de ser significativo el hecho de que mi itinerario pastoral por los caminos de Colombia comience precisamente en esta ciudad de Santafé.

Hace cuatrocientos cuarenta y ocho años llegaron los españoles a esta altiplanicie y, junto a los cerros de Monserrat y Guadalupe, con perspectiva abierta a la augusta sabana, fundaron la ciudad de Santafé de Bogotá. Una pequeña capilla de paya y doce humildes chozas en honor de los doce Apóstoles marcaron el comienzo de la que hoy es una vasta y pujante metrópoli.

Aquí, en el lugar mismo donde hoy se eleva la catedral se celebró la primera Misa el 6 de agosto de 1538. En ese espléndido templo que es vuestra catedral metropolitana y primada, se conservan, como tesoro inestimable, el cáliz y las vestiduras litúrgicas del primer Sacrificio eucarístico ofrecido al Padre en acción de gracias y como compromiso de perenne fidelidad a Cristo y a su Iglesia.

4. Vuestra ciudad nació, pues, bajo el signo de la fe, y bajo el signo de la fe trinitaria habéis de vivir siempre.

Fe en Dios uno y trino, Padre providente de nuestras vidas y Señor de nuestros destinos.

Fe en Jesucristo, Salvador y Redentor nuestro, a quien tenéis que conocer y amar más cada día.

Fe en el Espíritu que santifica nuestras vidas e inspira en el alma deseos de paz y de justicia, de concordia y de amor.

Fe también en la Iglesia, Madre y Maestra, aceptando libre y plenamente sus enseñanzas y estrechando cada vez más la comunión entre los hermanos, entre las comunidades, con los obispos y con el Sucesor de Pedro.

Una fe que ha de traducirse en obras (cf. St 2,17);  que ha de hacerse fidelidad: fidelidad sin sombras, fidelidad constante y en todo: en vuestra vida religiosa, en vuestras relaciones familiares y sociales, en el trabajo, en el descanso..., en todos los momentos de la existencia. Fidelidad a vuestra tradición católica, en la que encontráis luz para el camino del futuro, garantía de vuestra perseverancia y respuesta a vuestras legítimas aspiraciones.

La fe en Cristo os hace hijos de Dios (cf. Ga 3,26).  La fe actúa por la caridad (cf. Ga 5,6);  va unida a la piedad (cf. Tt 1,1); obra maravillas (cf. Jn 14,12) y engendra alegría, paz y esperanza (cf. Rm 15,13). 

Yo he venido a confirmaros y fortaleceros en la fe. Os exhorto, pues, a avivar vuestra fe. Que la fe cristiana siga siendo vuestro compromiso cotidiano y vuestro timbre de gloria; y que Bogotá, fiel a sus orígenes, siga siendo siempre la ciudad de la Santa Fe.

Para ello, en prenda de la protección divina, e invocando a María, nuestra Madre amantísima os imparto efusivamente mi Bendición Apostólica.

 



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