Index   Back Top Print

[ EN  - ES  - FR ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE TÚNEZ ANTE LA SANTA SEDE
*

Jueves 9 de enero de 1992

 

Señor Embajador:

Bienvenido a esta audiencia en la que lo recibo con ocasión de la presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Túnez ante la Santa Sede.

Le agradezco profundamente las amables palabras que acaba de dirigirme. Me ha impresionado muy bien su evocación de los esfuerzos que despliega la Sede Apostólica a fin de que prevalezcan entre los hombres la paz y la justicia. Tal como declaré en mi mensaje para la XXV Jornada mundial de la Paz, el 1 de enero de este año, los creyentes están llamados de modo particular, en virtud de su fe, «a ser mensajeros y constructores de paz. Como los demás, y más que ellos, están llamados a buscar con humildad y perseverancia las respuestas adecuadas a las expectativas de seguridad y libertad, de solidaridad y participación que unen a los hombres en un mundo que se está haciendo, por así decir, cada vez más pequeño» (n. 1). Me complace oírle renovar el compromiso del Gobierno tunecino de promover esos mismos ideales para el bien de todos los miembros de la familia humana.

Su presencia aquí, Señor Embajador, manifiesta la estima de su nación hacia los valores espirituales. Ciertamente, esos valores constituyen el fundamento más seguro para el desarrollo de relaciones armoniosas entre los pueblos y para la edificación de una sociedad cada vez más digna del hombre.

Aunque el Islamismo es la religión del Estado tunecino y de la gran mayoría de la población, las leyes de su País garantizan –tal como usted ha destacado– la libertad de cultos. Le manifiesto mi satisfacción por ello, al tiempo que formulo el deseo de que los fieles de la Iglesia Católica puedan seguir ejerciendo sus actividades propias, en el marco de un diálogo constructivo con sus hermanos y hermanas musulmanes y con cuantos siguen otras tradiciones espirituales.

Aprovecho nuestro encuentro para enviar, por medio de usted, Señor Embajador, un saludo afectuoso a la pequeña comunidad católica de Túnez, heredera de un pasado cristiano prestigioso, que testimonia generosa y eficazmente su fe en el seno de la comunidad nacional. Respetuosa de las creencias de los demás, procura entablar lazos de amistad recíproca, esforzándose por favorecer la concordia y la comprensión entre todos. ¡Ojalá que, con espíritu de buenos vecinos, siga aportando su contribución a la búsqueda del bien común! ¡Que siga, sobre todo, la obra emprendida en el campo de la educación, con vistas a promover cada vez más el progreso cultural y el diálogo con Occidente!

En esta circunstancia en que mi pensamiento se dirige a todos sus compatriotas, le ruego presente mis saludos deferentes a Su Excelencia Zine El Abidine Ben Ali, Presidente de la República de Túnez. Le ruego transmita a Su Excelencia mis votos fervientes para el cumplimiento feliz de su noble misión. Saludo igualmente a todos sus colaboradores en el Gobierno de la nación y ruego a Dios que bendiga las iniciativas emprendidas para favorecer el desarrollo, en beneficio de todo el pueblo tunecino para el que, a comienzos de este año nuevo, formulo votos de felicidad y prosperidad.

Me alegra que su presencia aquí, Señor Embajador, refuerce los lazos que ya existen entre su País y la Santa Sede. ¡Mis felicitaciones sinceras en este momento en que comienza su misión! Esté seguro de que encontrará siempre una acogida atenta y una comprensión cordial por parte de mis colaboradores.

Invoco la asistencia del Altísimo y la abundancia de las bendiciones divinas sobre Su Excelencia, sobre el Señor Presidente de la República, el Gobierno y el pueblo tunecinos, a fin de que su nación prosiga su marcha hacia un progreso que responda cada vez mejor a las aspiraciones de cuantos viven en la tierra tunecina.


*L'Osservatore Romano. Edición Semanal en lengua española n.5 p.10 (p.70).



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana