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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS CAPITULARES DE LAS ESCLAVAS DEL AMOR MISERICORDIOSO


Jueves 16 de noviembre de 1995

 

Queridas religiosas:

1. Es motivo de gran satisfacción recibiros con ocasión de vuestro Capítulo general, que estáis celebrando en el Santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza. Dirijo un cordial saludo a cada una de vosotras y, por medio vuestro, a todas las Hermanas del Instituto que, en las diversas casas, realizan generosamente sus apostolados. Ante todo, deseo dar gracias al Señor por vuestra presencia en la Iglesia y le pido que os ayude a cumplir fructuosamente la misión de Esclavas del Amor Misericordioso, llevando a cabo, ya a las puertas del tercer milenio, “un camino de misericordia hacia un futuro de esperanza”, como dice el tema de las reuniones capitulares, siguiendo para ello el ejemplo y enseñanzas de vuestra Fundadora, la Sierva de Dios Madre Esperanza de Jesús.

2. Dado que vuestro Instituto está llamado a crecer y expandirse aún más por el mundo entero, en este Capítulo habéis aprobado la constitución de Provincias. Esta novedad permitirá intensificar y favorecer, con iniciativas concretas, un seguimiento más cercano de cada miembro y de cada Comunidad, así como ofrecer una mejor ayuda a las personas más necesitadas en los diversos ambientes y áreas culturales en que trabajáis con celo y fervor.

En el campo de la misión ad gentes, a la que os sentís llamadas, sé que contáis con la inmediata cooperación de los Hijos del Amor Misericordioso, con quienes formáis esa gran Familia del Amor Misericordioso. Respecto al papel de la mujer, sea religiosa o laica, junto a los sacerdotes, decía en mi Carta a ellos del último Jueves Santo: “La presencia de la mujer reviste un carácter peculiar en la vida sacerdotal... La figura de la mujer–hermana tiene notable importancia en nuestra civilización cristiana... Las dos dimensiones fundamentales de la relación entre la mujer y el sacerdote son la de madre y hermana. Si esta relación se desarrolla de modo sereno y maduro, la mujer no encontrará particulares dificultades al emprender con los sacerdotes diversas actividades apostólicas”.

3. Quiero ahora recordar lo que os decía en el encuentro que tuve con vosotras en Collevalenza: “Conscientes de la necesidad que tiene el hombre moderno de encontrarse con el amor del "Padre de las misericordias", y contentos de estar consagrados a la difusión de este amor, ofreced, ante todo en el ámbito de vuestra gran familia, un testimonio sereno y convincente de caridad fraterna”. Por esto, “la tarea de proclamar la misericordia del Salvador exige un testimonio que dé pruebas de unión, de mutuo amor misericordioso... Este amor fraterno es en sí mismo una prueba y una evangelización de la misericordia”.

4. Para poder realizar mejor todos los objetivos que estáis estudiando en el Capítulo, es indispensable contar con la entrega y total disponibilidad de cada una de las Hermanas, oportunamente preparadas para los diversos campos de apostolado. Pero es necesario, sobre todo, que cada una se sienta plenamente instrumento del Amor Misericordioso de Dios, viviendo cada día según vuestro lema: “Todo por Amor”. Para ello os ayudará la fidelidad a vuestro carisma originario, condición indispensable para alcanzar nuevos y abundantes frutos apostólicos y misioneros.

Será, asimismo, de gran ayuda desarrollar un programa de formación continua, que incluya también intercambio de experiencias, junto con la acogida de nuevas iniciativas en las que se manifieste la fuerza de vuestra misión y poniendo en práctica, “con el Amor Misericordioso, un camino de comunión y vida de familia, en la Iglesia, para que el mundo crea”, idea tan cercana al carisma de la Madre Esperanza.

5. En vuestra Asamblea sé que merece también una especial atención la pastoral vocacional, no sólo como exigencia para el crecimiento del Instituto, sino sobre todo para buscar nuevos operarios que trabajen en la difusión del Evangelio. Es conveniente saber presentar a las jóvenes lo sublime que es consagrar la propia vida a Cristo, entusiasmándolas con el carisma de la Madre Esperanza. A este propósito, son bien significativas unas palabras suyas: “Hijas mías, yo creo que al llamarnos Jesús para ser Esclavas de su Amor Misericordioso nos ha dicho: hija mía, mi deseo es que corras en el camino de la santidad por medio del ejercicio de la caridad y sacrificio... No olvides... que el sacrificio abre el camino a la santidad y hace que el alma vaya con rapidez hacia el amor que ha de ser su felicidad”.

6. En vuestro Capítulo tendrá lugar también la elección de un nuevo Gobierno General. A este respecto, es fundamental el papel de quienes tienen el cargo de responsable en el Instituto o en la Comunidad. Su principal misión es animar, unir y favorecer el crecimiento de cada miembro, a través del servicio de la caridad, expresión del amor con que Dios nos ama, según el estilo de la Madre Fundadora. Sólo desde una visión de fe se descubre el sentido profundo de la autoridad, la cual se irá desarrollando mediante la escucha y el diálogo, pilares de la vida fraterna en comunidad.

7. Antes de terminar, me complace repetir cuanto dije en mi Carta a las Mujeres: “Te doy gracias, mujer–consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta "esponsal", que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura”.

Para que el Señor os sostenga siempre en la vida religiosa, deseo encomendaros de modo especial a la Virgen María, a la que veneráis bajo la advocación de Mediadora, para que, siendo como Ella iconos de la misericordia del Padre, trabajéis siempre como auténticos apóstoles del Amor Misericordioso. Con estos sentimientos os imparto de corazón mi Bendición Apostólica, que extiendo complacido a toda vuestra Familia Religiosa, así como a quienes colaboran con vosotras en los diversos apostolados.



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