DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A 11 NUEVOS EMBAJADORES ANTE LA SANTA SEDE*
Jueves 12 de diciembre de 1996
Excelencias:
1. Me complace daros la bienvenida a vosotros, distinguidos Embajadores de Cabo Verde, Congo, Costa Rica, Etiopía, Islas Fiji, Haití, Malí, Nepal, Ruanda, Sudáfrica y Zimbabwe, con ocasión de la presentación de vuestras Cartas Credenciales. Con este acto solemne comenzáis oficialmente un período de estrecho contacto con la Santa Sede, que espero y pido a Dios sea un tiempo de provechoso servicio a vuestros países y a la comunidad internacional. A través de vosotros, saludo a vuestros respectivos Jefes de Estado, a vuestros Gobiernos y a los pueblos de cuyo bienestar estáis al servicio.
2. Mientras nos aproximamos al final del siglo XX y al comienzo de un nuevo milenio, la humanidad está afrontando desafíos muy importantes. Uno de los más notables en el horizonte del mundo es la difícil y complicada tarea de lograr una distribución justa y equitativa de los recursos del planeta entre la parte de la familia humana que ya ha alcanzado un adecuado nivel de vida, y la parte mucho mayor que aún está luchando, contra fuerzas casi abrumadoras, por una existencia digna. Del resultado de este inmenso desafío depende realmente el futuro de la humanidad. En la actualidad se ven muchos signos de esperanza, pero también hay serios motivos de preocupación. Es difícil definir claramente los cambios que están llevándose a cabo en las políticas y en las actitudes en esta etapa de la historia humana. Por un lado, una confluencia de numerosos desarrollos complejos -en los campos de la ciencia y la tecnología, en la economía, en la creciente madurez política, en el poder penetrante de los medios de comunicación mundial- está creando nuevas aspiraciones a la libertad, nuevas exigencias de participación en todos los aspectos de la vida social, y una amplia interdependencia, de la que nadie puede escapar de verdad. Por otro lado, la tendencia humana, siempre presente, al egoísmo y a la ilimitada defensa de intereses particulares está poniendo en peligro estos objetivos.
3. El desafío para todos los que tienen responsabilidades públicas consiste en responder a este momento de despertar sin caer en el relativismo moral y en el utilitarismo, que dominan en gran medida en la cultura moderna. Particularmente en el área de la defensa del carácter sagrado de la vida humana, la ética utilitarista muestra su naturaleza imperfecta. Cuando ya no se respeta plenamente el valor de la vida humana, desde su nacimiento natural hasta su muerte natural, se relativizan todos los demás valores, hasta el punto de que sólo existe la voluntad de dominio como criterio de comportamiento. Es necesario un camino diferente y superior. Los líderes de las naciones deberían fomentar nuevas formas de cooperación entre los hombres y las mujeres de religión, ciencia, cultura, política y economía, para afrontar los problemas del mundo: problemas serios, tales como la conservación del planeta y de sus recursos, la paz entre los pueblos y las naciones, la justicia en la sociedad, y una respuesta eficaz a todas las diferentes formas de pobreza que afectan a millones de seres humanos.
Estas son algunas de las importantes cuestiones que requieren vuestra atención en el cumplimiento de vuestra misión diplomática ante la Santa Sede. Que Dios Todopoderoso os sostenga en vuestra tarea y en vuestra noble profesión. Sobre vosotros y sobre los pueblos que representáis, invoco de buen grado abundantes bendiciones divinas.
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 50, p.13 (p.645).
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