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PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II
AL FINAL DE LA PLEGARIA MARIANA


Sábado 3 de mayo de 1997

 

Doy la bienvenida a los peregrinos gitanos que han venido para la beatificación de Ceferino Giménez Malla, mártir. Gracias por vuestra presencia y por vuestro canto. En verdad, la oración del santo rosario era la mejor manera de honrar a «el Pelé», que afrontó el extremo sacrificio con el rosario en la mano. ¡Nos vemos mañana!

Me complace saludar al grupo de voluntarios de la UNITALSI de Settimo Torinese, y los aliento en su labor de servicio a los enfermos.

Saludo, asimismo, a los jóvenes de la 32ª Prefectura de Roma, comprometidos en la pastoral de la juventud, así como a los grupos parroquiales.

Dirigiéndose a los fieles de lengua española presentes en la sala Pablo VI, añadió en castellano:

Saludo ahora cordialmente a las personas de lengua española que se han unido a esta entrañable práctica de piedad mariana, al comienzo del mes de mayo, tradicionalmente dedicado a la Virgen María. Saludo en particular al numeroso grupo de gitanos que han venido a Roma para participar mañana en la beatificación del venerable Ceferino Giménez, «el Pelé». Este ilustre hijo de vuestra raza fue mártir de la fe y murió con el rosario en la mano. Vosotros, que habéis sabido mantener vuestra identidad étnica y cultural más allá de las fronteras, haciendo con frecuencia del camino vuestra patria, seguid su ejemplo de piedad cristiana y de especial devoción a María, que vosotros invocáis como «Amari Develeskeridaj» «Nuestra Madre de Dios», para que ella sea la Estrella que guíe y alegre vuestros pasos.

Dirijo también un saludo al grupo de componentes de la Misión católica española en Munich, que han querido peregrinar a la tumba de san Pedro para robustecer su fe. A todos os encomiendo a la Madre.



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