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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE MILITARES


Domingo 21 de septiembre de 1997

 

Queridísimos oficiales y suboficiales de la 31ª escuadrilla de la Aeronáutica militar:

1. Me alegra particularmente acogeros hoy, junto con vuestros familiares. El tradicional y cordial saludo, que acostumbráis dirigirme en esta circunstancia, me ofrece la oportunidad de manifestaros mi gratitud por el servicio preciso y atento que garantizáis al Papa durante sus viajes aéreos por todo el territorio italiano.

En particular, le agradezco a usted, señor coronel, el significativo regalo y las amables palabras, con las que ha querido interpretar los sentimientos de los presentes. Sus palabras me permiten saber que es inminente la conclusión de su servicio como comandante de la 31ª escuadrilla. A la vez que le manifiesto mi profundo aprecio por la obra realizada y la cortés disponibilidad constantemente demostrada, formulo fervientes votos para las nuevas responsabilidades que se le encomienden.

2. Como gesto de gratitud hacia toda la escuadrilla, deseo ahora conceder a algunos de vosotros distinciones pontificias, como signo de aprecio y estima.

La delicada tarea que estáis llamados a realizar os ofrece a menudo la posibilidad de separaros físicamente de la tierra y volar por los cielos abiertos, en los que la mirada se extiende a lo lejos y se puede uno sumergir en una atmósfera límpida y pura. Esta experiencia ayuda a ver con una mirada diversa las cosas y a liberarse de una visión estrecha de los acontecimientos diarios. Invita, además, a considerar la grandeza de Dios, que la fe sitúa simbólicamente en el cielo, aunque afirma que todo el universo es incapaz de contener su inmensidad.

Señalando el cielo, la Iglesia exhorta a todo hombre a considerar con respetuoso desapego, aunque con amorosa solicitud, las cosas del mundo que pasa, teniendo presente siempre, en la mente y en el corazón, la común y definitiva patria celestial, en la que se encuentra Cristo, sentado a la diestra del Padre.

Queridos hermanos, moviéndoos en los amplios horizontes del cielo, cultivad en vosotros estos sentimientos de fe, que sugieren la justa actitud con la que hay que afrontar las realidades terrenas. Que Dios os ilumine siempre y os proteja en cada uno de vuestros trabajos.

Ecomendándoos a vosotros y a vuestros seres queridos a la protección materna de la santísima Virgen de Loreto, patrona de los aviadores, os imparto de corazón a vosotros y a vuestras familias la bendición apostólica.



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