MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL XVI CAPÍTULO GENERAL
DE LOS MISIONEROS COMBONIANOS DEL CORAZÓN DE JESÚS
Al reverendo padre
MANUEL AUGUSTO LOPES FERREIRA
superior general de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús
1. Me dirijo a usted con alegría, con ocasión del capítulo general, que constituye un momento privilegiado de profundización y crecimiento de la vida de esa familia religiosa, y aprovecho con gusto esta ocasión para expresarle mi felicitación y mis mejores deseos de éxito en la delicada tarea a la que ha sido llamado por la confianza de sus hermanos. Que el Señor lo asista en el desempeño de este nuevo cargo, en el que lo acompaña mi oración.
Saludo, asimismo, a los miembros del consejo general y a los participantes en la asamblea capitular. Deseo de corazón que los intensos trabajos de estos días produzcan abundantes frutos de bien en la comunidad comboniana, en favor de la actividad misionera de la Iglesia. Extiendo mi saludo afectuoso a todos los misioneros combonianos que trabajan, con frecuencia en condiciones difíciles, en cuatro continentes, y los animo a proseguir con generosa fidelidad en su esfuerzo de misión ad gentes.
El XV capítulo general se celebra entre dos momentos significativos de la vida de vuestro instituto: el primero es la beatificación del fundador, monseñor Daniel Comboni, a quien tuve la alegría de elevar al honor de los altares el año pasado; y el segundo, la celebración del gran jubileo del año 2000, cuya preparación requiere la participación de todos los miembros del pueblo de Dios. Estos dos acontecimientos estimulan a vuestra congregación religiosa a profundizar su carisma, para proyectarse con renovado impulso en la obra de la evangelización, en la perspectiva del tercer milenio cristiano.
2. Mientras con gozo alabo al Señor por el bien que vosotros, misioneros combonianos, vais realizando en el mundo, quisiera exhortaros a poner en práctica un atento discernimiento acerca de la situación de los pueblos en medio de los cuales realizáis vuestra acción pastoral. Dios os llama a llevar consuelo a poblaciones que a menudo están afectadas por una gran pobreza y un sufrimiento prolongado y agudo, como por ejemplo en Sudán, Uganda, Congo-Kinshasa, República Centroafricana y en diversas partes del mundo. Dejaos interpelar continuamente por las difíciles situaciones con las que entráis en contacto, y tratad de dar, de modo adecuado, el testimonio de la caridad que el Espíritu infunde en vuestros corazones (cf. Rm 5, 5).
La vida de los misioneros combonianos, jalonada de alegrías y dolores, de luces y sombras, se ha caracterizado y ha sido fecunda también durante estos últimos años por la cruz de Cristo. ¿Cómo no recordar aquí a los hermanos que han coronado su servicio misionero con el sacrificio supremo de su vida?
¡Ojalá que su opción evangélica radical ilumine vuestro compromiso misionero y os aliente a todos a proseguir, con renovada generosidad, en vuestra misión típica en la Iglesia!
3. Para proseguir esta ardua misión, se necesita una formación sólida y cualificada, tanto en la fase inicial de la maduración vocacional de los candidatos como en los años sucesivos.
Con este fin, es necesario tener presente que aumenta el número de las naciones de las que proceden los jóvenes misioneros y, al mismo tiempo, no hay que subestimar la urgencia de una adecuada preparación de estas nuevas generaciones, para que sean capaces de afrontar los pasos interculturales característicos de la misión comboniana. Además, debe considerarse la necesidad de acompañarlos durante los primeros años de servicio en el campo misionero, insistiendo en el apoyo que proporcionan el ejemplo y el testimonio de combonianos maduros.
Se manifiesta así la importancia de una formación permanente, que se dirija indistintamente a todos los miembros del instituto y se viva cada vez más como responsabilidad que implica en primer lugar a cada religioso y a la comunidad local.
4. A partir de la situación actual de vuestro instituto, considerada «en el puro ámbito de la fe», según la enseñanza del beato Daniel Comboni, será posible proponer algunas líneas programáticas, que os guíen en el camino hacia el futuro con confianza y con un impulso apostólico siempre vivo.
Ante todo, recoged con alegría los continuos estímulos a la renovación y al compromiso que provienen del contacto real con el Señor Jesús, presente y activo en la misión a través del Espíritu Santo. Así, siguiendo una intuición fundamental de monseñor Comboni, procuraréis la profundización y reafirmación del carisma específico de vuestro instituto. Esto os impulsará a abrir vuestro corazón con disponibilidad y gratitud a la gracia de vuestra misión específica en la Iglesia, que se caracteriza como una vocación ad gentes y ad vitam.
La consagración a la misión deberá expresarse también en una creciente movilidad apostólica, que os permita responder con prontitud y de modo adecuado a las necesidades actuales. Así podréis estar presentes activamente en los nuevos areópagos de la evangelización, privilegiando, aunque esto requiera algunos sacrificios, la apertura a situaciones que, con su realidad de extrema necesidad, son emblemáticas para nuestro tiempo.
5. Siguiendo el ejemplo de vuestro beato fundador, es urgente dar nuevo impulso a la animación misionera. Sobre todo, el celo apostólico de los mismos misioneros, sostendrá a las comunidades cristianas que se les han encomendado, en particular las de reciente fundación. Debéis animarlas a realizar la vocación misionera universal como parte esencial de su identidad, comprometiéndose en la «solidaridad pastoral orgánica» que he indicado en la exhortación apostólica Ecclesia in Africa (cf. n. 131).
En el esfuerzo de renovar el estilo del servicio misionero, será necesario privilegiar algunos elementos hoy significativos, como la sensibilidad ante la inculturación del Evangelio, el espacio concedido a la corresponsabilidad de los agentes pastorales, y la elección de formas sencillas y pobres de presencia entre la gente. Merecen especial atención el diálogo con el islam, el trabajo de promoción de la dignidad de la mujer y de los valores de la familia, y la sensibilidad ante los temas de la justicia y la paz.
6. El esfuerzo de renovación del instituto incluye necesariamente la solicitud amorosa por la situación de cada religioso, para que su consagración misionera pueda ser cada vez más manantial de encuentro vivificante y santificante con Jesús, cuyo corazón traspasado es fuente de consuelo, paz y salvación para todos los hombres.
En esta perspectiva, es decisivo profundizar las raíces de la vocación comboniana. De este modo, podréis alimentaros de vuestra espiritualidad específica y ofrecerla como don precioso a todos los que encontráis en vuestro servicio pastoral. Como recordé con ocasión de la beatificación de Daniel Comboni, «vuestro beato fundador supo obtener apoyo y fuerza para afrontar todas las pruebas de la contemplación de la cruz y de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús (...). Su incansable obra misionera se sostenía gracias a la oración, que consideraba el primer medio de evangelización y de animación misionera» (L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de marzo de 1996, p. 5).
Deseo que las orientaciones elaboradas por el capítulo general guíen a todo el instituto a proseguir con generosidad y determinación por el camino que trazó el fundador y que, con heroica valentía, han seguido tantos hermanos. Con estos sentimientos, mientras invoco la celestial protección de María, Reina de las misiones, y del beato Daniel Comboni, imparto de corazón una bendición apostólica especial a los delegados capitulares y a la entera familia comboniana.
Castelgandolfo, 25 de septiembre de 1997.
JUAN PABLO II
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