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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UNA DELEGACIÓN DE MACEDONIA
CON OCASIÓN DE LA FIESTA DE SAN CIRILO Y SAN METODIO

Viernes 22 de mayo de 1998

 

Estimado ministro;
gentiles señores:

Con ocasión de la fiesta de san Cirilo y san Metodio habéis venido una vez más en peregrinación a Roma, ciudad que tiene el privilegio de conservar las reliquias de san Cirilo. Me complace saludaros, mientras venís a rendir homenaje a este copatrón de Europa, y a reafirmar vuestro compromiso en favor de los ideales de unidad y solidaridad que él y su hermano encarnaron de modo tan eficaz en su vida, consagrada a la difusión de la fe cristiana.

De un modo muy real, los santos hermanos de Salónica son un puente entre el Este y el Oeste, un vínculo que une diferentes culturas y tradiciones en una rica herencia, para el bien de toda la familia humana. Para la Europa moderna y, especialmente para los Balcanes, siguen siendo un testimonio apremiante de la necesidad «de la reconciliación, de la convivencia amistosa, del desarrollo humano y del respeto a la dignidad intrínseca de cada nación» (Slavorum Apostoli, 1), valores que, en el umbral del nuevo milenio, son más importantes que nunca. El testimonio de su vida muestra la perenne verdad de que, sólo mediante la caridad y la justicia, la paz puede llegar a ser una realidad que abrace a todos los corazones humanos, superando el odio y venciendo el mal con el bien.

Queridos hermanos, oro para que vuestra peregrinación colme vuestra mente y vuestro corazón de esta paz, y pido a Dios todopoderoso que os bendiga a vosotros y a vuestros compatriotas con la unidad y la buena voluntad.



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