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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL SAGRADO CORAZÓN

Jueves, 13 de abril de 2000

 

Hermanos y hermanas de la Universidad católica del Sagrado Corazón: 

1. Os doy a todos mi más cordial bienvenida. Saludo, ante todo, al rector magnífico, profesor Sergio Zaninelli, cuyo noble discurso he escuchado con atención, apreciando la claridad con que ha recordado los valores fundamentales que inspiraron, hace ochenta años, la fundación de la universidad católica y que deben seguir orientando la vida de cuantos también hoy forman parte de ella.

Saludo al cardenal Angelo Sodano, que ha celebrado la santa misa para vosotros; saludo al presidente y a los demás miembros del instituto Toniolo, a los vicerrectores, a los directores y a los profesores. Extiendo, asimismo, mi saludo a vosotros, queridos estudiantes, al personal administrativo y auxiliar, en servicio o jubilados, a los amigos de la universidad y a todos los que, en los diferentes niveles, componen vuestra gran familia.

2. Habéis venido juntos de las sedes de Milán, Roma, Brescia y Piacenza, para realizar  vuestra  peregrinación jubilar, que tiene lugar al término del 40° aniversario del fallecimiento del padre Agostino Gemelli y en vísperas de las celebraciones del 80° aniversario de la fundación de vuestro ateneo, que tuvo lugar en diciembre de 1920. Otros lo habían deseado y preparado desde hacía mucho tiempo. Pienso, en particular, en el profesor Giuseppe Toniolo, cuyo nombre está unido significativamente a vuestra institución fundadora. Pero fue mérito del padre Gemelli realizar esta obra de la que todos los católicos italianos se sienten orgullosos.

La coincidencia con ese inminente aniversario confiere a vuestra peregrinación una connotación particular:  os impulsa a redescubrir vuestras raíces. Y ¡cómo no recordar, en el marco del Año santo, que en los orígenes de vuestra institución hubo una gracia de "conversión"! El descubrimiento de Cristo, en la intensidad propia de la tradición franciscana, proporcionó a Agostino Gemelli la clarividente sabiduría y la indómita valentía con las que dio vida al espléndido complejo de personas y obras, de estudio y acción, que es vuestra universidad.

Al venir a celebrar vuestro jubileo, seguís las huellas de vuestro fundador y de numerosos maestros espirituales que han honrado, a lo largo de los años, vuestra institución. Recuerdo, en especial, al profesor Giuseppe Lazzati, rector de la universidad no hace muchos años, quien, durante el Concilio, dio una contribución iluminadora a la discusión de algunos temas. Ojalá que emuléis su sabiduría y su coherencia de vida.

3. Como bien sabéis, hace algunos años dirigí a las universidades católicas la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae que hoy, a la luz del jubileo, cobra renovada actualidad. Me complace recordaros, sobre todo, un pasaje de dicha constitución, precisamente el relativo a la unidad profunda que debe existir en una universidad católica entre las actividades académicas y las iniciativas pastorales. En relación con estas últimas, escribí:  "La pastoral universitaria es aquella actividad de la universidad que ofrece a los miembros de la comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las actividades para-académicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe. Dicha pastoral concretiza la misión de la Iglesia en la universidad y forma parte  integrante de su actividad y de su estructura. Una comunidad universitaria preocupada por promover el carácter católico de la institución, debe ser consciente de esta dimensión pastoral y sensible al modo en que ella puede influir sobre todas sus actividades" (n. 38).

Os recomiendo, queridos alumnos y profesores, que persigáis con todas vuestras energías el ideal para el cual la pastoral no es algo que hay que hacer junto con otras cosas, sino una dimensión que abarca todo lo que se hace, coordinándolo con el proyecto educativo propio de una universidad católica. De este modo, la universidad se transforma en una gran comunidad educativa en la que los alumnos, los profesores y el personal técnico-administrativo colaboran para alcanzar el mismo objetivo, es decir, asegurar a los jóvenes estudiantes una formación integral digna de este nombre.

4. Cuando hablo de "formación", mi pensamiento va espontáneamente al ejemplo que Jesús, Maestro, nos dio y que nos conservaron los evangelios. Jesús es el "maestro bueno" (cf. Mc 10, 17), el maestro manso y humilde de corazón (cf. Mt 11, 29), el maestro por excelencia. Todos debemos inspirarnos en su pedagogía si queremos estar a la altura de la tarea que se nos ha confiado. La pedagogía de Jesús está impregnada de sabiduría, prudencia y paciencia; es una pedagogía atenta a los demás, capaz de interpretar las exigencias y las expectativas, siempre dispuesta a dejarse interpelar por las diferentes situaciones humanas.

Al dirigirme sobre todo a vosotros, queridos profesores de la Universidad católica del Sagrado Corazón, deseo daros una consigna:  sed verdaderos y auténticos educadores; esforzaos por mostrar claramente en qué proyecto educativo os inspiráis, dando razón, como verdaderos discípulos de Cristo, de vuestra esperanza (cf. 1 P 3, 15). Vuestro compromiso y vuestro honor deben consistir en ofrecer a la Iglesia y al país jóvenes bien preparados profesionalmente, ciudadanos políticamente sensibles y, en especial, cristianos iluminados e intrépidos.

5. En vuestra peregrinación habéis cruzado la Puerta santa, símbolo de Cristo, que abre al hombre el ingreso en la vida de comunión con Dios. Entrar por esta puerta significa convertir profundamente a Cristo los propios pensamientos y la propia vida. El mismo compromiso cultural está íntimamente animado por esta elección.

El estudioso cristiano, profesor y alumno, se distingue por su capacidad de conjugar el rigor de la investigación científica con la certeza de la fe en que Jesucristo, como Verbo eterno de Dios, es la verdad en su sentido más pleno. De ahí su vocación a investigar, analizar y explicar cada una de las verdades a la luz de Cristo, verdad absoluta, acompañando el estudio con la oración y la coherencia de vida. Sed conscientes de esta vocación. No os canséis de convertir vuestro corazón al único Salvador, a cuyo Corazón está consagrada vuestra institución.

Sé que en este período os estáis dedicando a reflexionar sobre las medidas que será necesario tomar con la inminente reforma del sistema universitario; es una reforma exigente y compleja, que también presenta aspectos de innovación radical. Precisamente por eso interpela los valores de fondo de vuestro ser y obrar. Estoy seguro de que también en esta ocasión interpretaréis las exigencias de transformación de modo sabio, siendo coherentes con la inspiración cristiana que caracteriza a vuestro ateneo y estando en sintonía con las indicaciones del Magisterio. La tradición de autonomía, de la que habéis gozado siempre, os permitirá afrontar los próximos cambios de manera que se garantice la libertad que desde siempre es condición esencial para el desarrollo de la ciencia.

Además, sigue siendo de vital interés para vuestra universidad la promoción de un íntimo nexo —que, por otra parte, ya existe en gran medida— entre vuestras estructuras y la Iglesia que está en Italia, a partir de un fecundo vínculo con la Conferencia episcopal italiana y con el proyecto cultural impulsado por ella, para una presencia más decisiva en el país, en los diversos ámbitos culturales y especialmente en el campo de la revisión del sistema formativo.

6. Es obvio que esta atención específica a vuestra identidad y a la pastoral de la Iglesia no se debe interpretar ni como aislamiento cultural ni como intolerancia y renuncia al diálogo. Por lo demás, ya en la experiencia comunitaria cristiana propia de la universidad católica es preciso ejercitarse en el espíritu de escucha recíproca, recordando que la diversidad de dones, que el mismo Espíritu distribuye como quiere (cf. 1 Co 12, 11), constituye la riqueza de la comunidad cristiana. Por lo que respecta a la sociedad civil, la Universidad católica del Sagrado Corazón afronta hoy un desafío formidable, dado que debe prestar su servicio en el areópago de culturas diversas que también van entrelazándose en Italia, al igual que en muchos otros países del mundo. El hecho de que vuestra universidad sea "católica" la obliga a conjugar las exigencias imprescindibles de su pertenencia eclesial con una apertura cordial a toda propuesta cultural seria, con una actitud de reflexión crítica sobre el presente y el futuro de una sociedad que se está transformando en pluriétnica y plurirreligiosa.

7. Mientras cada uno de vosotros deposita bajo la mirada del Señor los propósitos de su propio corazón, os repito, como en otras circunstancias:  sed conscientes de lo que os exige el título de católica que lleva vuestra universidad. Ello no mortifica, sino que exalta vuestro compromiso en favor de los valores humanos auténticos.

Sentíos orgullosos de pertenecer a la "Católica", y esforzaos por estar a la altura de las responsabilidades que esto implica. Lo exige el recuerdo de vuestra tradición, lo pide la naturaleza misma de vuestra institución y lo impone la admirable misión educativa que se os ha confiado.

"Es hora de grandes tareas —escribía el padre Gemelli en el lejano 1940—. Dondequiera que os encontréis, tomad conciencia de vuestra misión. Sed llamas que arden, iluminan, guían y consuelan" (Foglio agli studenti, octubre de 1940).

Hago mía esa recomendación y os la dejo como consigna, invocando sobre vuestros propósitos e iniciativas la asistencia materna de la Virgen, Sedes sapientiae. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a vosotros, aquí presentes, y a todos los que trabajan en el ámbito de vuestra universidad, una especial bendición apostólica.

 



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