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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS CAPITULARES DE LOS CLÉRIGOS REGULARES DE SAN PABLO (BARNABITAS)

Sábado 8 de julio de 2000

 

Amadísimos Clérigos Regulares de San Pablo: 

1. Me alegra encontrarme con vosotros, con ocasión del capítulo general de vuestro instituto. Se trata de un acontecimiento de gracia, que constituye para vosotros un fuerte impulso a buscar de nuevo las raíces auténticas de vuestra congregación y a profundizar vuestro carisma específico, procurando discernir los modos más idóneos para vivirlo en el actual marco sociocultural.

Saludo al prepósito general y a su consejo, así como a los delegados a la asamblea capitular. Extiendo mi cordial saludo a todos los barnabitas, que realizan su generoso apostolado en Italia, Europa, África, América y Asia.

Durante estos días de intensos trabajos capitulares, estáis reflexionando en el estimulante tema:  "Mirar al futuro". Fieles a vuestro carisma, queréis mantener viva y operante la enseñanza de san Pablo en el tercer milenio al servicio de la Iglesia y de los hombres.

Os animo a realizar vuestros propósitos. Reafirmad con alegría vuestra fidelidad al patrimonio espiritual de vuestro fundador, san Antonio María Zaccaría, cuya memoria litúrgica celebramos el miércoles pasado. Sacerdote enraizado en Dios, y al mismo tiempo apasionado por el hombre, vivió una espiritualidad exigente, fundada en la "locura de la cruz". Consideró al apóstol san Pablo como su maestro, su modelo de vida y su guía en la realización de un apostolado de caridad en favor del clero y de todo el pueblo cristiano.

En un tiempo de relajación general, san Antonio María Zaccaría reavivó la fe, promoviendo una intensa vida de renovación interior centrada en Cristo crucificado y en el culto de la Eucaristía, corazón de la vida de la Iglesia. Que su ejemplo os impulse a proseguir su misma misión, tan valiosa hoy como ayer, porque está orientada a anunciar y testimoniar a Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación.

2. Queridos hermanos, al indicar a sus hijos espirituales el ideal de vida religiosa y apostólica, san Antonio María Zaccaría puso de relieve la caridad, que es la única que tiene verdadero valor (cf. Sermón IV), añadiendo que, para alcanzar la más elevada de las virtudes teologales, es necesario progresar en la perfección, según tres vías espirituales prioritarias:  la observancia de los mandamientos, el estudio de la verdad y del Evangelio, y el anuncio de la buena nueva (Constituciones, IV).

Sobre la sólida base de estos puntos concretos de referencia, se ha desarrollado la espiritualidad misionera de vuestra familia religiosa. "Plantas y columnas de la renovación del fervor cristiano" (Carta VII), los hermanos que constituyeron en la iglesia de San Bernabé, en Milán, el primer cenáculo de vida ascética y apostólica animada por el sacerdote Antonio María, eligieron como padre y guía al Apóstol de las gentes, esforzándose por poner en práctica su doctrina y sus ejemplos. Asumieron, además, el compromiso de reformar las costumbres, dedicándose con particular empeño a la educación de la juventud en las escuelas y en los oratorios.

Siguiendo esa misma línea, ardua y evangélicamente fecunda, los Clérigos Regulares de San Pablo se sienten también hoy invitados a testimoniar el evangelio de la caridad a sus contemporáneos. El amor a Jesús, el "Crucificado vivo", y el deseo de abrazar en la caridad a todo hombre sin distinción, los impulsan a buscar, con libertad profética y sabio discernimiento, caminos nuevos para ser presencia viva en la Iglesia, en comunión con el Papa y en colaboración con los obispos.

3. Al contemplar los vastos horizontes de la nueva evangelización, se siente cada vez más la urgencia de proclamar y testimoniar el mensaje evangélico a todos, sin distinción. Por tanto, vuestro campo de apostolado es tan vasto como el mundo. Vuestro santo fundador, estimulándoos, decía que debe abarcar hasta donde Cristo "ha puesto la medida" (Carta VI). En efecto, ¡cuántas personas esperan aún conocer a Jesús y su Evangelio! ¡Cuántas situaciones de injusticia y de sufrimiento moral y material existen en tantas partes de la tierra! Pero, para cumplir una misión tan urgente, es indispensable que cada uno de vosotros, queridos hermanos, encuentre cada día a Cristo en la oración incesante y ferviente. Sólo así seréis capaces de indicar a los demás el camino para encontrarlo.

Fortalecidos por este coloquio interior con el Señor, podréis colaborar con él en la salvación de las almas, saliendo al encuentro de las necesidades de la gente con el espíritu del apóstol san Pablo, sin temer obstáculos ni dificultades.

4. A este propósito, he sabido que vuestra congregación está examinando, con sumo esmero, una de vuestras actividades apostólicas principales, la de la enseñanza, que en Italia atraviesa una grave crisis. Por desgracia, durante estos últimos años habéis debido cerrar prestigiosos institutos educativos, que han formado la conciencia de numerosos jóvenes, transmitiéndoles elevados ideales de vida humana y cristiana. Quisiera exhortaros a no desanimaros y a permanecer serenos incluso ante esta dolorosa  prueba, confiando  en la ayuda divina y en el apoyo de vuestro fundador.

Pertenecéis a un instituto religioso con una gran tradición de hombres que han servido a la Iglesia en los campos más diversos, afrontando a menudo situaciones muy difíciles. Basta recordar figuras como la de san Alejandro Sauli, confesor de san Carlos Borromeo, y la de san Francisco Javier Bianchi, discípulo de san Alfonso María de Ligorio. Al contemplar el testimonio de estos hermanos vuestros, discípulos fieles de Cristo y obreros generosos del Evangelio, avanzad con confianza e intensificad vuestro impulso apostólico.

Que la Virgen Inmaculada os proteja y guíe el camino de vuestra familia religiosa, llevando a cumplimiento todos vuestros proyectos de bien.

Con estos sentimientos, os bendigo con afecto, a la vez que os aseguro mi recuerdo en la oración por vosotros y por cuantos encontráis en vuestro ministerio apostólico diario.

 



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