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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN EL CENTENARIO DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL
DEL PADRE CHARLES DE FOUCAULD 

 

A monseñor François BLONDEL
Obispo de Viviers

1. Con ocasión del congreso organizado en el seminario mayor de Viviers para celebrar el centenario de la ordenación sacerdotal del padre Charles de Foucauld, me uno de buen grado mediante la oración a los organizadores y a todos los participantes. Doy gracias a Dios por el testimonio de vida contemplativa y apostólica del humilde y pobre ermitaño de Hoggar, que se dedicó a seguir a Jesús de Nazaret. El hermano Charles invita hoy a todos los fieles a sacar de la contemplación de Cristo y de una relación íntima con él nuevas fuerzas para alimentar la vida espiritual y proponer el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo; así contribuirán al reencuentro entre Dios y la humanidad, llamada a la salvación.

2. "El padre de Foucauld (...) se une a nosotros por el acto más memorable de su existencia y por la mejor parte de su vida. (...) Se hace sacerdote" (Monseñor Bonnet, carta del 28 de mayo de 1917). A la edad de 43 años, después de un tiempo de formación en la trapa de Nuestra Señora de las Nieves, el hermano Charles fue ordenado sacerdote el 9 de junio de 1901, en la capilla del seminario mayor de Viviers, por monseñor Joseph Bonnet, su predecesor. Esa ordenación, que lo conformó a Cristo, Cabeza y Pastor, y lo convirtió en su ministro, marcó una etapa importante en su "vida escondida" con el Señor. Desde aquel día de octubre de 1886 en que, por la gracia del sacramento de la reconciliación y por el ministerio del abad Huvelin, encontró el camino de la Eucaristía, hasta su asesinato en diciembre de 1916, tuvo durante toda su vida un único deseo:  ser el grano sembrado para morir, imitando silenciosamente, con la entrega de su vida, a Cristo, que amó a todos los hombres "hasta el extremo" (Jn 13, 1),  para hacerse su prójimo.

3. En la carta apostólica Novo millennio ineunte recordé que la contemplación de Cristo es la fuente del dinamismo misionero de la Iglesia. Esta contemplación fue el fundamento de la vida espiritual y de la fecundidad apostólica del hermano Charles, y dio a su existencia una dimensión eminentemente eucarística. La caridad pastoral de su amado hermano y Señor Jesucristo, acogido todos los días en la meditación de su palabra y en el sacramento de su presencia real, lo impulsó a cultivar la vida de la Sagrada Familia de Nazaret, para estar más cerca del Maestro. En la trapa de Akbès, junto a Nazaret, realizó una profunda experiencia del misterio de la Encarnación, del que hablaba citando las palabras de la Escritura:  "Las primeras palabras del Evangelio son, por decirlo así:  Emmanuel, Dios con nosotros. (...) Y las últimas:  "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"" (La bondad de Dios, meditaciones sobre los santos evangelios, 147ª meditación).

4. "Mis últimos retiros de diaconado y de sacerdocio me convencieron de que debía vivir esta vida de Nazaret, mi vocación, no en la Tierra Santa tan amada, sino entre las almas más enfermas, entre las ovejas más olvidadas. Era necesario presentar este banquete divino, del que soy ministro, no a mis hermanos, a mis parientes o a mis vecinos ricos, sino a los más cojos, a los más ciegos, a las almas más abandonadas, que carecían de sacerdotes" (Carta del 8 de abril de 1905 al abad Caron). Esta iluminadora toma de conciencia revela el sentido pastoral, eclesial y misionero de aquel a quien llaman "el hermano universal". Durante los últimos quince años de su vida, en Béni-Abbès y en Tamanrasset,  permaneciendo  mucho tiempo  ante  el  santísimo Sacramento en el silencio del desierto, el padre Charles de Foucauld presentó el mundo a Dios y contribuyó humildemente a dar a conocer la buena nueva de la salvación, cumpliendo así fielmente su misión sacerdotal.

5. A la vez que doy gracias a Dios por el testimonio del padre de Foucauld, animo a todos los que se inspiran hoy en su carisma a continuar su apostolado en una unidad cada vez mayor entre los diferentes institutos, y a seguir, con generosidad y audacia, su mensaje y su ejemplo. Al comienzo del nuevo milenio, «es la hora de una nueva creatividad de la caridad» (Novo millennio ineunte, 50), a la que están invitados los miembros de la familia de Charles de Foucauld, sobre todo en los países donde existen tensiones entre las comunidades culturales y religiosas, en los países donde las personas sufren condiciones de vida difíciles y entre los numerosos pobres de la sociedad moderna. Fieles a la Eucaristía, deben estar cerca de todos los hombres y han de ser capaces de amarlos al estilo de Jesús. Fieles a su compromiso en medio de los pobres, deben testimoniar el amor de Dios, sembrando "en la historia aquellas semillas del reino de Dios que Jesús mismo dejó en su vida terrena atendiendo a cuantos acudían a él para toda clase de necesidades espirituales y materiales" (ib., 49).

El hermano Charles, que para traducir los evangelios aprendió la lengua de los tuareg y compuso un léxico y una gramática, llama a los que se inspiran en su carisma a entrar en diálogo con las culturas de los hombres de hoy, y a proseguir el camino del encuentro con las demás tradiciones religiosas, en particular con el islam. Así, las diferentes comunidades religiosas convivirán realmente «como comunidades en diálogo respetuoso, y nunca más como comunidades en conflicto» (Discurso durante la visita al Memorial de San Juan Bautista en la mezquita de los Omeyas, Damasco, 6 de mayo de 2001, n. 3:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de mayo de 2001, p. 10). Ojalá que las intuiciones espirituales del padre Charles de Foucauld sigan fecundando la vida de la Iglesia y así testimonien que el amor es más fuerte que cualquier tipo de tensión y división.

6. Querido hermano en el episcopado, encomiendo a la diócesis de Viviers y a toda la gran familia foucauldiana a la intercesión del venerable Charles de Foucauld, cuyas virtudes heroicas la Iglesia ha reconocido recientemente. A usted, a los fieles de su diócesis, a la comunidad trapense de Nuestra Señora de las Nieves, a la familia de Charles de Foucauld y a los institutos que viven de su carisma, a los organizadores y a los participantes en el congreso les imparto de todo corazón una afectuosa bendición apostólica.

Vaticano, 26 de mayo de 2001

JUAN PABLO II



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