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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS CAPITULARES DE LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA
 

Viernes 8 de noviembre de 2002
 

 

Amadísimas Hijas de María Auxiliadora: 

1. Me alegra encontrarme con vosotras, con ocasión del capítulo general de vuestro instituto, y os doy a todas mi cordial bienvenida. Saludo también a la superiora general Antonia Colombo, confirmada en el cargo, y le agradezco las amables palabras con que ha interpretado los sentimientos de todas vosotras. Le deseo que, con la ayuda del nuevo consejo general, guíe a vuestra familia religiosa con fiel adhesión a las enseñanzas actuales de san Juan Bosco y de santa María Dominga Mazzarello. Extiendo mi cordial saludo al rector mayor, don Pascual Chávez Villanueva, que ha querido estar presente en este encuentro.

Durante estos días de intenso trabajo habéis querido centrar vuestra atención en el tema:  "En la Alianza renovada, el compromiso de una ciudadanía activa", teniendo muy en cuenta el programa de vuestros fundadores -"formar buenos cristianos y ciudadanos honrados"-, de gran actualidad en el presente contexto social multicultural, caracterizado por tensiones y desafíos a veces incluso dramáticos. Este programa, queridas Hijas de María Auxiliadora, os llama a testimoniar la esperanza en las numerosas fronteras del mundo moderno, sabiendo descubrir con audacia misionera caminos nuevos de evangelización y de promoción humana, especialmente al servicio de las generaciones jóvenes. Debéis comunicar a las nuevas generaciones, en un clima impregnado de afecto según el estilo de don Bosco, el mensaje evangélico, que se sintetiza en el anuncio del amor del Padre misericordioso, dispuesto a abrazar en Cristo a toda persona.

2. Para cumplir esta ardua misión es necesario, ante todo, mantener una comunión constante con Jesús, contemplando incesantemente su rostro en la oración, para servirlo después con todas las energías en los hermanos.

Por tanto, deseo repetiros también a vosotras la exhortación evangélica:  Duc in altum! (Lc 5, 4), que en la carta apostólica Novo millennio ineunte dirigí a todo el pueblo cristiano. ¡Sí! Remad mar adentro, amadísimas hermanas, y echad con confianza las redes en nombre del Redentor. En una época marcada por una preocupante cultura del vacío y del "sin sentido", anunciad sin componendas el primado de Dios, que escucha siempre el grito de los oprimidos y de los afligidos.

La santidad personal, en dócil escucha del Espíritu que libera y transforma el corazón, es el fundamento de todo compromiso apostólico y un antídoto contra toda peligrosa fragmentación interior.

La santidad constituye vuestra tarea esencial y prioritaria, queridas salesianas. Es la mejor aportación que podéis dar a la nueva evangelización, así como la garantía de un servicio auténticamente evangélico en favor de los más necesitados.

3. Vuestra familia religiosa tiene ya una larga historia, escrita por valientes testigos de Cristo, algunos de los cuales han confirmado su fidelidad al Evangelio con el martirio. En esta misma dirección debéis seguir caminando hoy en ambientes a menudo turbados por tensiones y miedos, por enfrentamientos y divisiones, por extremismos y violencias, capaces incluso de ofuscar la esperanza. Sin embargo, no faltan inéditas oportunidades apostólicas y providenciales fermentos de renovación evangélica. A vosotras, como a todas las religiosas y religiosos, se os pide que viváis a fondo la opción radical de las bienaventuranzas, aprendiendo en la escuela de Jesús, como María, a escuchar y poner en práctica la exigente palabra de Dios. Las bienaventuranzas, como recordé en Toronto durante el encuentro con los jóvenes del mundo entero, describen el rostro de Jesús y, al mismo tiempo, el del cristiano; son como el retrato del discípulo auténtico que quiere sintonizar de manera perfecta con su divino Maestro.

Animadas por este fervor espiritual, no dudéis en recorrer, con libertad profética y sabio discernimiento, arriesgados caminos apostólicos y fronteras misioneras, manteniendo una estrecha colaboración con los obispos y los demás miembros de la comunidad eclesial. Los vastos horizontes de la evangelización y la necesidad urgente de testimoniar el mensaje evangélico a todos, sin distinción, constituyen el campo de vuestro apostolado. Muchos esperan aún conocer a Jesús, único Redentor del hombre, y numerosas situaciones de injusticia y de problemas morales y materiales interpelan a los creyentes.

4. Una misión tan urgente requiere una incesante conversión personal y comunitaria. Sólo corazones totalmente abiertos a la acción de la gracia son capaces de interpretar los signos de los tiempos y captar los llamamientos de la humanidad necesitada de justicia y paz. Vosotras podréis salir al encuentro de las exigencias de la gente si conserváis intacto el espíritu de san Juan Bosco y de santa María Dominga Mazzarello, que vivieron con la mirada puesta en el cielo y el corazón gozoso incluso cuando el seguimiento de Cristo conllevaba obstáculos y dificultades, y también aparentes fracasos.

Queridas hermanas, ojalá que vuestra adhesión fiel a Cristo y a su Evangelio resplandezca en los diversos campos de vuestro servicio eclesial.

La Virgen santísima, a la que veneráis con el hermoso título de María auxiliadora, os proteja, os ayude y sea la guía segura del camino de vuestra familia religiosa, para que pueda realizar todos sus proyectos de bien.

Con estos deseos, a la vez que os aseguro mi afectuoso recuerdo en la oración a cada una de vosotras y a cuantos encontréis en vuestro apostolado diario, os bendigo a todas de corazón.



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