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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PEREGRINOS QUE HABÍAN ACUDIDO A ROMA
PARA LA CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN


Lunes 21 de octubre de 2002

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra mucho acogeros de nuevo esta mañana. Os saludo a todos con afecto. Saludo, en particular, a los cardenales, a los hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, a los religiosos y a las religiosas.

Estamos en octubre, mes dedicado de modo especial al rezo del Rosario, "oración apreciada por numerosos santos" (Rosarium Virginis Mariae, 1). En este contexto, queremos reflexionar también en las "maravillas" realizadas por Dios a través de los nuevos beatos, que la Iglesia nos presenta como modelos por imitar y nuestros poderosos intercesores ante Dios.

2. Me complace saludar a los peregrinos que han venido de Uganda, acompañados por el cardenal Emmanuel Wamala, así como de otras partes de África y de otras regiones del mundo para celebrar la beatificación de los beatos David Okelo y Gildo Irwa. Como dijimos ayer, estos dos jóvenes catequistas son un ejemplo luminoso de fidelidad a Cristo, de compromiso de vida cristiana y de entrega generosa al servicio del prójimo. Con la esperanza firmemente arraigada en Dios y con profunda fe en la promesa de Jesús de estar siempre con ellos, partieron para llevar la buena nueva de la salvación a sus paisanos, aceptando plenamente las dificultades y los peligros que sabían que les esperaban. Que su testimonio os fortalezca cuando tratáis de dar un auténtico testimonio cristiano en todas las circunstancias de vuestra vida. Que por su intercesión la Iglesia sea un instrumento cada vez más eficaz de bondad y paz en África y en el mundo. ¡Dios bendiga a Uganda!

3. Me dirijo ahora a los fieles de la diócesis de Treviso, acompañados por su obispo, monseñor Paolo Magnani, que se alegran por la elevación a la gloria de los altares de un celoso e iluminado pastor suyo, Andrés Jacinto Longhin. Saludo también con afecto a los queridos Frailes Menores Capuchinos.

Fue grande la atención que monseñor Longhin dedicó a la formación del clero. En su testamento espiritual quiso dedicar un pensamiento especial a sus sacerdotes, exhortándolos:  "¡Sed santos!". Fue siempre para ellos, como para toda su gente, padre atento y diligente, especialmente para los humildes y los pobres.

La fecundidad del ministerio episcopal del beato Longhin se manifestó particularmente en las tres visitas pastorales realizadas a la diócesis, en la celebración del Congreso eucarístico y del Congreso catequístico, y en la realización de lo que se puede considerar su obra cumbre:  el Sínodo diocesano. Así, sigue siendo un ejemplo actualísimo de auténtica evangelización.

4.Un profundo anhelo misionero caracteriza también la vida y la espiritualidad del beato Marco Antonio Durando. Me alegra saludar al cardenal Severino Poletto, arzobispo de Turín, así como a los padres de la Congregación de la Misión y a cuantos forman parte de la gran familia religiosa vicenciana, que está de fiesta por la inscripción en el catálogo de los beatos de uno de sus miembros más ilustres.

Definido por uno de sus hermanos "el san Vicente de Italia", brilló por su extraordinaria caridad, que supo infundir en todas las actividades que llevó a cabo:  el gobierno de la comunidad, las misiones populares, la animación de las Hijas de la Caridad, la iniciativa de las "Misericordias", verdadera anticipación de los centros modernos de escucha y de asistencia para los pobres, y la fundación de la congregación de Religiosas de Jesús Nazareno, para la asistencia continua a los enfermos en sus hogares.

¡Cuánta necesidad tenemos también hoy de este profundo llamamiento a las raíces de la caridad y de la evangelización! A ejemplo del beato Marco Antonio pongámonos también nosotros al servicio de los pobres y de los más necesitados, que por desgracia no faltan tampoco en la actual sociedad del bienestar.

5. Me alegra acogeros, queridos peregrinos que habéis venido para la beatificación de María de la Pasión. Saludo a la superiora general de las Franciscanas Misioneras de María, así como al nuevo equipo de consejeras. Queridas hermanas, doy gracias por vuestra vocación, que une contemplación y misión, y por el valioso testimonio de vuestras comunidades internacionales, signo de fraternidad y de reconciliación para los pueblos. Os animo a acrecentar cada vez más en ellas el amor fraterno, en un clima impregnado de la alegría y la sencillez franciscanas. Os invito a proseguir, con caridad y en la verdad, el diálogo entablado con las culturas. Ojalá que, profundizando en la rica espiritualidad de vuestra fundadora, ayudéis a las jóvenes a descubrir la alegría de entregarse totalmente a Cristo. A los fieles presentes, a las Franciscanas Misioneras de María, a las personas que trabajan con ellas y a las que se benefician de su apostolado, les imparto de todo corazón la bendición apostólica.

6. Saludo, por último, a los peregrinos que han acudido a Roma juntamente con su obispo, monseñor Antonio Mattiazzo, para la beatificación de Liduina Meneguzzi, en particular a las queridas religiosas de San Francisco de Sales, más conocidas como religiosas Salesias. La dimensión más viva y concreta que se refleja en la existencia de sor Liduina es un alma profundamente misionera. En África se hizo "toda para todos" en la caridad, asistiendo a los heridos, animando a los afligidos y consolando a los moribundos.

Sor Liduina nos estimula a amar la vida desde su concepción hasta su ocaso natural y a respetar a toda persona humana, encontrando en la entrega generosa y desinteresada la respuesta al amor de Dios. Este es el mensaje, lleno de alegría y optimismo, con el que la nueva beata nos invita a abrirnos generosamente a la acción de la gracia de Dios.

7. Amadísimos hermanos y hermanas, los nuevos beatos impulsan y sostienen nuestro camino hacia el encuentro con el Señor. Nos acompaña también la protección materna de María santísima, a quien, especialmente en este mes de octubre, invocamos con el rezo del Rosario.

A la vez que encomiendo vuestras personas y todas vuestras actividades a la intercesión celestial de la Virgen y de los nuevos beatos, os bendigo de corazón a vosotros así como a vuestros seres queridos y a cuantos encontráis en vuestro servicio misionero y caritativo.



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