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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL III ENCUENTRO INTERNACIONAL
DE JÓVENES HACIA ASÍS

Palacio  pontificio de Castelgandolfo
Sábado 9 de agosto de 2003

 

Amadísimos jóvenes:

1. Me alegra dirigiros mi afectuoso saludo con ocasión del Encuentro internacional "Jóvenes hacia Asís", para el que os habéis reunido desde muchas partes del mundo en torno a la figura y el mensaje de san Francisco. Deseo saludar al padre Joachim Giermek, ministro general, al que agradezco las amables palabras con que ha presentado los contenidos esenciales de vuestro encuentro. Saludo también a los queridos padres conventuales, que os acompañan en una sugestiva peregrinación a algunos de los más antiguos santuarios franciscanos.

Durante estos días de reflexión y fraternidad, tenéis la oportunidad de redescubrir el encanto de los lugares que aún hoy testimonian  el paso del Poverello de Asís. En particular, podéis profundizar en el contenido de la muy conocida oración de san Francisco ante el crucifijo de  san  Damián, y  especialmente en la actualidad de la invocación:  "Ilumina las tinieblas de mi corazón" (cf. Fuentes franciscanas, 276).

Con la contemplación del rostro sufriente de Cristo crucificado, el joven Francisco experimentó la profunda comunión con Jesús que lo impulsó, ya cerca del final de su existencia terrena, a identificarse de tal modo con él, que llevó impresos en su cuerpo los signos de la Pasión.

2. Queridos participantes en el tercer Encuentro internacional "Jóvenes hacia Asís", deseo renovaros la invitación que dirigí a la Iglesia entera en el umbral del nuevo milenio:  contemplad el rostro de Cristo, el rostro del moribundo y el rostro del resucitado. "El grito de Jesús en la cruz (...) no delata la angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo que ofrece su vida al Padre por amor para la salvación de todos" (Novo millennio ineunte, 26). Es necesario acoger este mensaje de esperanza en la propia vida y anunciarlo al mundo como revelación plena del amor de Dios, como ha recordado oportunamente el ministro general.

Siguiendo el ejemplo de san Francisco, también vosotros aprenderéis a mirar con fe el rostro del Crucificado y a ver reflejados en él los sufrimientos del hombre. Que la cruz de san Damián, que os acompaña también hoy, reavive en vosotros la luz que "ilumina el corazón" y guíe vuestra peregrinación hasta Colonia, donde se celebrará en el año 2005 la Jornada mundial de la juventud, siempre dispuestos a anunciar y testimoniar el Evangelio. ¿No es esta la invitación de san Francisco y también la experiencia de santa Clara de Asís, de cuya muerte en estos días se conmemora el 750° aniversario?

3. Al contemplar el rostro de Cristo, podréis experimentar los frutos de su pasión y de su resurrección, y seréis capaces de acoger a cuantos sufren a causa de la enfermedad, la violencia, el odio y la injusticia. Como san Francisco encontró a Cristo en la solidaridad y en el servicio a los pobres y a los leprosos (cf. Testamento, 1-3:  Fuentes franciscanas, 110; Leyenda mayor, 5:  Fuentes franciscanas, 1034-1035), así también vosotros, siguiendo fielmente su ejemplo, seréis capaces de acoger al Redentor en toda persona que sufre y se ve marginada, y servirlo con entrega generosa. El Señor os conceda "sentido y conocimiento", para comprender a fondo su voluntad y traducirla en opciones adecuadas de vida.

Os acompaño con afecto y con la oración, e invoco sobre vosotros y sobre vuestras fraternidades de proveniencia la protección materna de la Virgen María, a la que los franciscanos invocan con el hermoso título de "Santa María de los Ángeles". Os bendigo de corazón a todos, junto con vuestros familiares y amigos.

 



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