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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL 60° ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN
DEL MOVIMIENTO DE LOS FOCOLARES

 

Gentil señorita
CHIARA LUBICH
Fundadora del Movimiento
de los Focolares

1. El 7 de diciembre, víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Movimiento de los Focolares celebrará el 60° aniversario de su nacimiento. En esta circunstancia, me alegra enviarle la expresión de mi cordial felicitación y de mi cercanía espiritual a esa gran familia espiritual, extendida ya en muchas partes del mundo.

De modo particular, deseo saludarla con gratitud a usted, que es su fundadora. En efecto, la "Obra de María" nació con la especial consagración a Dios que usted hizo en Trento precisamente a finales de 1943, y desde entonces ha ido creciendo, orientada totalmente al amor de Dios y al servicio de la unidad en la Iglesia y en el mundo.

2. En sintonía con el magisterio de la Iglesia —pienso especialmente en el concilio Vaticano II y en la encíclica Ecclesiam suam de mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI—, las focolarinas y los focolarinos se han hecho apóstoles del diálogo, como camino privilegiado para promover la unidad:  diálogo en el interior de la Iglesia, diálogo ecuménico, diálogo interreligioso y diálogo con los no creyentes.

Durante estos sesenta años, ¡cuántos cambios sociales rápidos y radicales han marcado la vida del mundo! La humanidad se ha vuelto cada vez más interdependiente y, persiguiendo intereses pasajeros, a veces ha perdido sus valores de referencia ideal. Y ahora corre el riesgo de encontrarse prácticamente "sin alma", es decir, sin el principio fundamental unificador de todos sus proyectos y actividades.

En particular, pienso en el continente europeo, que cuenta con una tradición cristiana bimilenaria. Al inicio de un nuevo milenio, los creyentes tienen el deber urgente de un renovado compromiso para responder a los desafíos de la nueva evangelización. Desde esta perspectiva, desempeñan un papel importante los movimientos eclesiales, entre los cuales ocupa un lugar de relieve el de los Focolares. Los nuevos movimientos eclesiales, fieles a la acción vivificante del Espíritu Santo, constituyen un don valioso para la Iglesia, que los alienta y los invita a realizar su acción profética bajo la guía de los pastores, para la edificación de todo el pueblo de Dios.

3. Por tanto, uniéndome a la común acción de gracias a Dios por las maravillas que él ha realizado durante estos sesenta años, encomiendo a los miembros de la "Obra de María" y las múltiples actividades que desarrollan a la protección materna de María santísima. Exhorto a todos a seguir fielmente a Cristo y a abrazar con él el misterio de la cruz, para cooperar, con el don de su existencia, a la salvación del mundo.

Con estos sentimientos, le envío de corazón mi afectuosa bendición a usted, a sus colaboradores y a todo el Movimiento de los Focolares.

Vaticano, 4 de diciembre de 2003

JUAN PABLO II



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