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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DEL SÍNODO PEMANENTE
DE LA IGLESIA GRECO-CATÓLICA UCRANIANA


Lunes 3 de febrero de 2003

 

Venerados hermanos en el episcopado: 

1. La reunión del Sínodo permanente de la Iglesia greco-católica ucraniana aquí, en Roma, os ofrece la grata oportunidad de reafirmar vuestra comunión con el Sucesor de Pedro. En efecto, habéis querido reuniros en esta ciudad para poder encontraros con espíritu de profunda unidad y de cordial fraternidad con el Papa y con sus más íntimos colaboradores. ¡Os doy la bienvenida

Agradezco al cardenal Lubomyr Husar, vuestro arzobispo mayor, las amables palabras que, en nombre de todos, me ha dirigido. Al saludaros a cada uno personalmente, quiero transmitir mi afectuoso saludo a los fieles confiados a vuestra solicitud pastoral, recordando la cordialidad que me demostraron durante mi visita a Ucrania en junio de 2001. En aquella circunstancia, a la alegría de vuestras comunidades se unió también la acogida y el respeto de numerosos fieles ortodoxos, que vieron en el Obispo de Roma a un amigo sincero.

2. La Iglesia greco-católica ucraniana, renacida después de los trágicos acontecimientos del siglo pasado, prosigue su camino de reconstrucción con la certeza de su gran herencia espiritual, del fecundo testimonio de sus mártires y de la necesidad de mantener en todos los niveles una actitud de diálogo, colaboración y comunión.

Os animo a manteneros con este espíritu que, en el contexto de las vicisitudes cotidianas a veces difíciles, es para vosotros guía segura para resolver los problemas que se van presentando. A este respecto, hay que destacar los recientes encuentros cordiales con vuestros hermanos obispos de rito latino, que han permitido considerar, a la luz de la común obligación de la caridad y de la unidad, las cuestiones pastorales que interesan a ambas comunidades. También esos encuentros son aplicación práctica de la comunión efectiva y afectiva que debe guiar a los pastores de la grey de Cristo.

Esta comunión es muy necesaria si se reflexiona en los desafíos que debéis afrontar en la situación actual:  de las necesidades espirituales de amplios sectores de la población a los graves dilemas de la emigración; de las estrecheces de los menos favorecidos a las dificultades familiares; y de la exigencia de un diálogo ecuménico al deseo de una mayor integración en el contexto europeo.

3. Venerados hermanos, provenís de una tierra que es la cuna del cristianismo en Europa oriental. Se os pide que trabajéis en este "laboratorio" eclesial en el que coexisten la tradición cristiana oriental y la latina. Ambas contribuyen a embellecer el rostro de la única Iglesia de Cristo. Ucrania, "tierra de confín", lleva inscrita en su historia y en la sangre de muchos de sus hijos la llamada a trabajar con todo empeño al servicio de la causa de la unidad de todos los cristianos.

Encomiendo vuestros buenos propósitos a las oraciones de vuestros numerosos mártires y a la intercesión de María santísima, venerada con ternura en los muchos santuarios de vuestro país.
Con mi cordial bendición apostólica.

 



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