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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA ASAMBLEA NACIONAL DE LOS CONSILIARIOS
DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA

 

Amadísimos consiliarios de la Acción católica italiana: 

1. Me alegra saludaros en esta ocasión, en que os halláis reunidos en Roma para la asamblea nacional sobre el tema:  "Renovar la Acción católica en la parroquia". Saludo en particular al consiliario general, monseñor Francesco Lambiasi, y a la presidenta nacional, doctora Paola Bignardi.

Durante estos días estáis reflexionando sobre cómo puede contribuir la Acción católica, al inicio del nuevo milenio, a renovar el rostro de la parroquia, estructura base del cuerpo eclesial. La experiencia bimilenaria del pueblo de Dios, como reafirmaron autorizadamente el concilio Vaticano II y el Código de derecho canónico, enseña que la Iglesia no puede renunciar a estructurarse en parroquias, comunidades de creyentes arraigadas en el territorio y unidas entre sí en torno al obispo en la red de la comunión diocesana. La parroquia es la "casa de la comunidad cristiana" a la que se pertenece por la gracia del santo bautismo; es la "escuela de la santidad" para todos los cristianos, incluso para los que no se afilian a movimientos eclesiales definidos o no cultivan espiritualidades particulares; es el "laboratorio de la fe", en el que se transmiten los elementos fundamentales de la tradición católica; y es el "gimnasio de la formación", donde las personas se educan en la fe y son iniciadas en la misión apostólica.

Teniendo en cuenta los rápidos cambios que caracterizan el comienzo de este milenio, es preciso que la parroquia sienta con más fuerza la necesidad de vivir y testimoniar el Evangelio, entablando un diálogo fecundo con el territorio y con las personas que en él viven o pasan una parte significativa de su tiempo, y reservando una atención particular a cuantos viven en la pobreza material y espiritual y esperan una palabra que los acompañe en su búsqueda de Dios.

2. El vínculo entre la parroquia y la Acción católica italiana es desde siempre muy estrecho. En las comunidades parroquiales la Acción católica ha anticipado de modo capilar y con intuición profética la actualización pastoral del Concilio y ha acompañado a lo largo de los años su camino de actuación. Ha llevado a la parroquia la sensibilidad y las exigencias de cuantos experimentan, en la fatiga de la vida de cada día, las consecuencias de ese cambio que, de diferentes modos, afecta a toda persona aun antes que a las comunidades, e influye en los ambientes de vida antes que en la organización de la pastoral. Queda aún mucho por hacer. A cuarenta años de distancia de su inicio, el Vaticano II sigue siendo "una brújula segura" para orientar la navegación de la barca de Pedro (cf. Novo millennio ineunte, 57), y los documentos conciliares representan "la puerta santa" que toda comunidad parroquial debe atravesar para entrar no sólo cronológicamente, sino sobre todo espiritualmente, en el tercer milenio de la era cristiana.

Estoy seguro de que la Acción católica aportará a la impostergable obra de renovación de las parroquias un testimonio diario de comunión; y estará dispuesta a prestar su servicio en la formación de laicos maduros en la fe, llevando a todo ambiente el celo apostólico de la misión. Una espiritualidad de comunión, vivida con el obispo y con la Iglesia local, es la contribución que la Acción católica italiana puede dar a la comunidad cristiana. A este propósito, me complace recordar lo que escribí en la carta apostólica Novo millennio ineunte:  "Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se forman los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades. Espiritualidad de comunión significa ante todo una mirada del corazón hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz se ha de reconocer también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado" (n. 43).

3. Sólo una Acción católica renovada puede contribuir a revitalizar la parroquia. Por tanto, amadísimos consiliarios, acompañad a la asociación por el camino de renovación lúcidamente presentado y audazmente emprendido por la última asamblea nacional. Sostenedla con vuestro ministerio sacerdotal, para que la "valentía del futuro" y la "creatividad de la santidad", que ciertamente el Espíritu del Señor otorgará a los responsables y a los miembros, la hagan cada vez más fiel a su mandato misionero.

Os exhorto a contribuir, con la fecundidad de vuestro ministerio sacerdotal, a la promoción de una vasta y capilar obra educativa, que favorezca el encuentro entre el vigor del Evangelio y la vida a menudo insatisfecha e inquieta de tantas personas. Para esto es preciso asegurar a la asociación responsables, educadores y animadores bien formados, y suscitar figuras laicas capaces de dar un fuerte impulso apostólico, que lleven a todos los ambientes el anuncio del Evangelio. De este modo, la Acción católica podrá volver a expresar su carisma de asociación elegida y promovida por los obispos, mediante una colaboración directa y orgánica con su ministerio para la evangelización del mundo a través de la formación y la santificación de sus miembros (cf. Estatuto, art. 2).

Con ocasión de la XI asamblea nacional de vuestra asociación, subrayé que una auténtica renovación de la Acción católica es posible mediante "la humilde audacia" de fijar la mirada en Jesús, que lo transforma todo. Sólo manteniendo los ojos fijos en él se puede distinguir lo que es necesario de lo que no lo es. Os pido que seáis los primeros en adoptar esta mirada contemplativa, para dar testimonio de la novedad de vida que brota de ella a nivel personal y comunitario. La indispensable renovación estructural y organizativa será el resultado de una singular "aventura del Espíritu", que conlleva la conversión interior y radical de las personas y de las asociaciones en varios niveles:  parroquial, diocesano y nacional.

4. Queridos hermanos, poned al servicio de este compromiso formativo y misionero vuestras mejores energías:  la sabiduría del discernimiento espiritual, la santidad de vida, las diversas competencias teológicas y pastorales, y la familiaridad de relaciones sencillas y auténticas.

En las asociaciones diocesanas y parroquiales, sed padres y hermanos capaces de animar, de suscitar el deseo de una existencia evangélica y de sostener en las dificultades de la vida a los niños, a los jóvenes, a los adultos, a las familias y a los ancianos. Esforzaos por formar personalidades cristianas fuertes y libres, sabias y humildes, que promuevan la cultura de la vida, de la justicia y del bien común.

El Papa está cerca de vosotros y os exhorta a no desanimaros, sobre todo cuando, debiendo prestar el servicio de consiliario simultáneamente con otros encargos en la diócesis, experimentáis a veces el cansancio y la complejidad de este ministerio. Estad seguros de que ser consiliarios de la Acción católica, precisamente por la singular relación de corresponsabilidad ínsita en la experiencia misma de la asociación, constituye un manantial de fecundidad para vuestro trabajo apostólico y para la santidad de vuestra vida.

Por último, deseo aprovechar esta ocasión para invitar a todos los presbíteros a "no tener miedo" de acoger en la parroquia la experiencia asociativa de la Acción católica. En efecto, en ella no sólo podrán encontrar un apoyo válido y motivado, sino también una cercanía y una amistad espiritual, además de la riqueza que proviene del compartir los dones espirituales de todos los componentes de la comunidad.

Encomiendo estos deseos, así como los que cada uno de vosotros lleva en su corazón, a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, y os imparto de corazón mi bendición apostólica a vosotros y a todos los presbíteros que con vosotros ejercen el ministerio de consiliario de la Acción católica en la Iglesia italiana.

Vaticano, 19 de febrero de 2003

JUAN PABLO II

 



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