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ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
AL ALMO COLEGIO CAPRÁNICA


Sábado 18 de enero de 2003

 

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos alumnos del Almo Colegio Capránica: 

1. La inminente fiesta de santa Inés nos ofrece la grata ocasión de encontrarnos también este año. Os saludo con afecto a cada uno. Saludo, en particular, al cardenal Camillo Ruini, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo, asimismo, a los miembros de la Comisión que se encarga del Colegio Capránica, y en particular al rector recién nombrado, monseñor Alfredo Abbondi.

Deseo de corazón que, con la llegada del nuevo equipo de formadores y gracias a la contribución de cada uno, todos vosotros, queridos alumnos, realicéis una nueva etapa de vuestro itinerario formativo con entusiasmo y participación, creciendo en la comunión fraterna, para dar el ejemplo de una familia espiritual unida y dedicada al servicio de Dios y de los hermanos.

2. La protectora de vuestro Almo Colegio es santa Inés, virgen y mártir, la cual en tierna edad —tenía sólo doce años— supo dar al Señor Jesús el supremo testimonio del martirio, en una época en la que se producían muchas defecciones en la comunidad cristiana.

En el día de su fiesta, que celebraremos el próximo 21 de enero, la liturgia nos invita a pedir a Dios la fuerza para "imitar la heroica firmeza en la fe" (cf. Oración colecta). En efecto, queridos hermanos, esta es la lección que también nosotros podemos recibir de santa Inés:  la heroica firmeza de su fe "usque ad effusionem sanguinis". Esta joven mártir nos invita a perseverar con fidelidad en nuestra misión, si fuera necesario, hasta el sacrificio de la vida. Se trata de una disposición interior que es necesario alimentar diariamente con la oración y con un serio programa ascético.

3. El sacerdote, llamado a ser para el pueblo de Dios guía iluminado y ejemplo coherente de vida cristiana, no puede defraudar la confianza que el Señor y su Iglesia depositan en él. Debe ser santo y educador de santidad con su enseñanza, pero aún más con su testimonio. Este es el "martirio" al que lo llama Dios, un martirio que, aun cuando no se realice con el derramamiento violento de la sangre, exige siempre la incruenta pero "heroica firmeza en la fe" que distingue la existencia de los verdaderos discípulos de Cristo.

Quiera Dios que así sea para cada uno de vosotros. Encomiendo esta súplica a la protección materna de la Virgen santísima y a la intercesión constante de santa Inés.

Con estos sentimientos, deseándoos un año sereno y fecundo, os bendigo a todos de corazón.

 



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