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MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR  DE AUSTRIA ANTE LA SANTA SEDE*


Hospital policlínico Gemelli
Lunes de 7 de marzo de 2005

 

Excelentísimo señor embajador Türk:

1. Con ocasión de la presentación de sus cartas credenciales como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Austria ante la Santa Sede, me congratulo de todo corazón con usted por su nueva y honorable misión, que el presidente de la República austríaca doctor Heinz Fischer le ha confiado. Deseo que las relaciones seculares y tradicionalmente buenas entre Austria y la Sede apostólica se configuren también en el futuro como bases sólidas para una colaboración fecunda entre el Estado y la Iglesia, para el bien de los hombres.

2. He realizado tres viajes pastorales a su amado país. Ya durante mi primera visita, que hice en 1983 con ocasión del Katholikentag austríaco, fui en peregrinación al santuario de Mariazell para rendir homenaje a María, Magna Mater Austriae, y para encomendarle las peticiones de todos los cristianos y, sobre todo, del pueblo austríaco. El tema de aquella peregrinación fue Spes nostra, salve! En mayo del año pasado volví espiritualmente a Mariazell, uniéndome a los innumerables peregrinos que, al final del Katholikentag centroeuropeo, dieron testimonio de "Cristo, esperanza para Europa". Ese gran encuentro de fieles de ocho Estados de Europa central y oriental, en los que viven 60 millones de católicos, fue una manifestación evidente de la voluntad de caminar juntos en el futuro, basándose en la fe católica que une a los hombres.

3. Recuerdo la "Peregrinación de los pueblos" a Mariazell con sincera gratitud por el compromiso de la República de Austria. La gran participación de la Federación y del land Steiermark contribuyeron de modo relevante a hacer que las celebraciones conclusivas del Katholikentag centroeuropeo fueran un foro para muchos encuentros valiosos entre representantes políticos y responsables sociales, en diversos niveles, de los ocho países participantes. El común denominador de todos esos encuentros y coloquios fue el arraigo en la confesión católica.

Sin embargo, no sólo la gran fiesta de la fe ante la Madre de las gracias de Mariazell en el pasado más cercano mostró la identidad católica de Austria y de sus habitantes; también la conmovedora despedida del cardenal Franz König, marcada por una gran participación popular, manifestó al mundo que, a pesar de algunas cuestiones críticas con respecto a la Iglesia y el fuerte impulso hacia la secularización, un elevado número de austríacos se mantiene siempre firme en la fe cristiana.

4. Señor embajador, la peregrinación de los pueblos a Mariazell bajo la dirección de los católicos austríacos ha recordado a muchos que su país está llamado a la acción política en un gran contexto europeo. Las motivaciones residen en la historia de Austria y en su posición geopolítica en el corazón del continente. Como ya afirmé anteriormente, Austria se ha transformado de país de confín en "país puente". Este papel de vuestro amado país ha llegado a ser cada vez más evidente durante los últimos años, sobre todo, aunque no exclusivamente, desde el punto de vista político. Es necesario construir puentes en todos los ámbitos en los que las líneas de división minan la convivencia humana. La Iglesia católica, que está comprometida con decisión a favorecer un clima ecuménico en las diversas confesiones cristianas, y que ha aceptado el desafío del diálogo con las demás religiones del mundo, reconoce el interés y el apoyo del Estado austríaco en este ámbito.

Con razón, las cuestiones sociopolíticas son prioritarias en la acción del Estado. Con la ayuda de Dios todo gobierno debe aspirar al servicio del justo orden de la vida civil y del bien terreno. El Gobierno está al servicio del bien común, cuya garantía es el deber prioritario de su política.

Hoy, más que nunca, este bien no sólo depende evidentemente de factores nacionales, sino también del clima político general del espacio europeo. Si Austria, comprometida en las circunstancias actuales, quiere proseguir su gran tradición de cohesión entre los pueblos, tendrá mucho que dar ahora y en el futuro a Europa y al mundo. En efecto, como intermediaria entre el este y el oeste de esta parte del mundo, Austria ha promovido valientemente la ampliación de la Unión europea hacia el este y lo ha seguido activamente. La unión pacífica de tantas naciones de Europa central y oriental con sus vecinos occidentales ha dado vida y ha acrecentado una comunidad política, económica y de seguridad política, cuyos países miembros se encuentran con iguales derechos e iguales deberes como interlocutores que colaboran al servicio de sus compatriotas.

5. Sin embargo, no se debe olvidar que las coordenadas económicas y políticas por sí mismas no pueden garantizar a largo plazo el bien de todos los participantes.

Además, la Unión europea consiste sobre todo en "una concordia de los valores, que se exprese en el derecho y en la vida" (Ecclesia in Europa, 110). En esta "comunión europea de valores" se sitúa el papel de la Iglesia católica como fundadora de sentido y de identidad. De hecho, desde este punto de vista, la Iglesia en vuestro país se ha distinguido siempre como generadora de impulsos. Este hecho va acompañado por el compromiso concreto en la política y en las instituciones estatales por parte de los cristianos practicantes. Un auténtico consenso sobre los valores constituye el presupuesto indispensable de una "comunidad solidaria", que va más allá de los confines y, como demuestra la historia, no se agota en el bienestar económico cambiante de quienes tienen éxito. Ante todo, los valores que vuestro pueblo toma de la fe cristiana confieren a la Unión un fundamento sólido, sobre el cual la Casa común europea puede surgir, crecer y forjarse continuamente. De acuerdo con otras naciones católicas, Austria tiene, hoy y en el futuro, una tarea importante que deben desempeñar todos los políticos que se sienten comprometidos con los valores cristianos y sociales, independientemente de su pertenencia a un partido.

6. La fe cristiana inspira el compromiso sociopolítico de innumerables personas en todo el mundo. En muchos lugares, actuar con responsabilidad cristiana significa estar dispuestos a comprometerse concretamente en favor de los demás y, sobre todo, del bien común. Este compromiso no tiene sólo una configuración privada, sino que a menudo se realiza de modo significativo en unión con otras personas y a nivel institucional. También la Iglesia, con sus orientaciones, quiere dar su contribución al bien común. El hombre es el camino primero y fundamental que la Iglesia recorre en el cumplimiento de su misión (cf. Redemptor hominis, 14). Por eso, se siente llamada a intervenir donde está en juego su salvación. La Iglesia quiere colaborar con el Estado para el bien del hombre, donde puede dar su contribución específica. La Santa Sede constata con satisfacción que en Austria existe una colaboración fecunda y probada entre el Estado y la Iglesia por el bien y el interés de todos los ciudadanos, independientemente de su pertenencia confesional y religiosa. Aquí deseo destacar expresamente la colaboración entre la Iglesia y el Estado en los sectores de la educación, la sanidad y los servicios sociales. Beneficiarias de esta colaboración son personas de todas las clases sociales y de todas las edades.

A ese propósito, es necesario recordar que el Gobierno austríaco, a través de una serie de medidas de política familiar, realiza acciones positivas y alentadoras. Sería de desear que el fundamental "sí a la vida" se tradujera cada vez más y mejor políticamente en un "sí a los hijos". A ninguna persona se le puede negar jamás el derecho a la vida, que es el presupuesto de todos los demás derechos. Una sociedad puede definirse verdaderamente "humana" si la vida humana en todas sus fases, o sea, desde la concepción hasta la muerte natural, goza de la tutela plena y efectiva del derecho. La Iglesia no se cansa jamás de recordarlo. Sabe también que en su promoción de la defensa incondicional de la vida humana y de la dignidad de la persona siempre puede contar con la comprensión y el apoyo de las personas de buena voluntad. Se constata con satisfacción que los jóvenes están dispuestos a comprometerse en este sentido.

7. Durante los largos años de su servicio diplomático, usted, señor embajador, ha conocido las posiciones de la Santa Sede en el ámbito del derecho internacional. Sé que usted sostiene el compromiso universal del Sucesor de Pedro en favor de la reconciliación, la justicia y la paz, y estoy seguro de que su nueva misión le dará alegría y satisfacción. Correspondo de buen grado a los buenos deseos que me ha transmitido en nombre del presidente de la República de Austria. Encomendando a su amada nación a la intercesión de María, del beato Carlos de Austria y de todos los patronos del país, le imparto de todo corazón mi bendición apostólica a usted, a los miembros de la embajada de la República de Austria ante la Santa Sede y a su familia.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.11, p.4.

 



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