RADIOMENSAJE DEL SUMO PONTÍFICE JUAN XXIII
A LOS CATÓLICOS ALEMANES
CON OCASIÓN DEL 79º KATHOLIKENTAG*
Domingo 26 de agosto de 1962
Queridos hijas e hijas:
Con profunda alegría participamos en espíritu en la 79 Jornada de los Católicos Alemanes.
Reunidos en torno a vuestros obispos habéis llegado este año a Hannover, capital de la Baja Sajonia, centro importante de la vida cultural, de comercio e industria. Hannover es, al mismo tiempo, la mayor ciudad de la diócesis de Hildesheim y la activa y viva fe de los católicos de la Baja Sajonia nos es bien conocida. A todos se dirige nuestro particular saludo.
Vuestro celoso obispo es también obispo de los refugiados alemanes. Y es impresionante la cifra de los prófugos en vuestra diócesis, que representan los dos tercios de la población local. Vosotros, queridos hijos e hijas, conocéis qué lazos de afecto Nos han unido siempre con los prisioneros y refugiados, ya sean vínculos humano-caritativos o religioso-espirituales.
A ellos también, lo mismo a los que participen en este encuentro, se dirige Nuestro recuerdo paternal.
El lema de vuestra Reunión reza: “Creer, dar gracias, servir”. En la elección de este lema os ha movido el Congreso Eucarístico de Munich y queréis renovarlo hoy con la misma devoción que en aquellos días congregó a los pueblos de todas las lenguas.
1. Ante todo “permaneced firmes en la fe” (1 Cor 16, 13). Así Os exhortamos con las palabras de San Pablo. La fe, tenerlo siempre presente, es el más elevado de los bienes, incluso más qué la misma vida, porque por medio de la fe nos unidos a Aquel que es creador y dador de la vida. Esta fe tiene la seguridad de que “el cielo y la tierra pasarán antes de que pasen las palabras del Señor” (Lc 21, 33); sin embargo, está en poder de todo hombre aceptarla libremente o negarla.
El reconocimiento de Dios y su veneración exigen, pues, un serio estudio espiritual y un consentimiento libre de la voluntad. Por ello, permaneced firmes en la fe y confesadla con libertad de alma, sin temor, y no la debilitéis poniendo condiciones, las cuales, a veces, pueden parecer ventajosas en la vida privada o pública, pero tienen su origen en una concepción materialista y en un oportunismo que cada vez se difunde más entre aquellos que, para ocultar la propia tibieza, quisieran distinguir entre fe cristiana y fe de la Iglesia. No obstante, existe una sola fe y un solo Señor Jesucristo, el cual en la Iglesia y por medio de la Iglesia, continúa su obra redentora hasta el fin de los siglos.
2. Por tal fe y por la particular gracia de poderla profesar con libertad queremos siempre y por todas partes dar gracias al Señor. Y con esto Nos mantenemos como los Apóstoles en unión fraternal “en la fracción del pan y en la oración” (Hch 2, 42).
Así los primeros cristianos llamaron a los dones ofrecidos y transustanciados en el Cuerpo y Sangre del Señor “Eucaristía”, que quiere decir “acción de gracias”.
La santa misa es el gran sacrificio de acción de gracias de todos los que son redimidos por Cristo.
En esta ocasión Nos es grato decir unas palabras de acción de gracias por las generosas ayudas con que los católicos alemanes, por mediación de las dos obras “Misereor” y “Adveniat”, contribuyen a aliviar la miseria en el mundo. Ambas son obras de actividad cristiana, que han logrado en todo el mundo reconocimiento y admiración. Ellas actúan de manera ejemplar las palabras de la Escritura: “El uno lleva el peso del otro” (Gál 6, 2). -
3. El hombre, que da gracias, trata de ayudar y, por tanto, de servir. De Cristo se dice expresamente que “no vino a ser servido, sino a servir” (Mt 20, 28).
Precisamente en este tiempo en que el egoísmo amenaza con convertirse en regla universal de la vida, tenemos el deber de practicar el espíritu de una caridad desinteresada y de un servicio cristiano entre los hombres. De hecho, todavía hoy, a pesar de las impresionantes medidas por parte del Estado y subvenciones públicas, se abren al individuo tantas posibilidades de dar testimonio de la caridad como un servicio realizado con responsabilidad personal. “Porque siempre tenéis pobres con vosotros” (Jn 12, 8): innumerables hombres dolientes, enfermos, nos exigen continuamente nuestra ayuda y no deberían esperar en vano. No olvidéis nunca que fue Cristo el que dijo: “Lo que hacéis al más humilde de mis hermanos, lo hacéis a mí mismo” (Mt 25, 40).
Unas palabras de estímulo y de acción de gracias dirigimos, finalmente, a todos aquellos que se han ocupado estos años en favor de los emigrados en busca de trabajo temporal.
Y vosotros, queridos hijos e hijas de Italia, de España y de Grecia recibid un saludo particular del Padre de la Cristiandad. Nos alegrarnos de oír hablar del buen trabajo que hacéis. Os exhortamos, sin embargo, con paternal caridad: reavivad vuestra fe, participad vivamente en la vida de la Iglesia que por doquier os es accesible con sus dones de gracia.
“Creer, dar gracias, servir”. Con este propósito vivid al mismo tiempo la espera del Concilio Ecuménico Vaticano II, Procurad prepararos a él con ese espíritu. El Concilio está destinado a contribuir a la renovación espiritual de todos los fieles en Cristo para que la Iglesia resplandezca con nueva santidad. Cuanto más cercanos nos sintamos a Cristo, nuestra Cabeza, tanto más podemos esperar en la unión de todos los que llevan el nombre del Señor.
Con tales auspicios impartimos de corazón a vuestros ordinarios, tan estimados de Nos, a los representantes de la alta autoridad civil, a vuestros sacerdotes, así como a los que les ayudan en su servicio en favor de las almas como a todos vosotros, queridos hijos e hijas, participantes en esta reunión de Hannover y, sobre todo, a vuestro pueblo, como propiciación de los celestiales favores nuestra particular Bendición Apostólica.
* AAS 54 (1962) 591; Discorsi-Messaggi-Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, pp. 482-485.
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