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 DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
 SU EXCELENCIA MANUEL PRADO,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE PERÚ
*
 
Lunes 22 de febrero de 1960

 

Señor Presidente:

Nos es especialmente grato daros la bienvenida en nuestra casa y recibir aquí, en la persona de Vuestra Excelencia, a toda la nación peruana, que Nos es tan querida por tantos títulos.

¡El Perú! Este solo nombre evoca la visión de un pueblo portador de una antigua y noble civilización; de un pueblo que, con un generoso impulso, afronta hoy los problemas que le plantea la vida moderna, y se muestra solícito por la seguridad y progreso, no sólo para sí mismo, sino para todo el continente sudamericano; de un pueblo, en fin, que de común acuerdo con los países con quienes le unen tantos vínculos fraternales, quiere servir a la gran causa de la paz en el mundo.

Por la feliz realización de estos fines, y por la prosperidad del pueblo peruano, Nos formulamos los más paternales votos.

En primer lugar, Nos deseamos de todo corazón a vuestra querida patria, que sepa guardar siempre intacta y que haga fructificar más cada día la más preciosa de las herencias, que le fue legada en los pasados siglos, la Fe cristiana. Pues esta Fe es la base de todo progreso real y de todo bienestar digno de este nombre, así como el fundamento de la paz y de la concordia nacional e internacional. Esta Fe —que ha dado al Perú precisamente sus primicias de santidad en el continente americano—deseamos que penetre cada vez más profundamente en las conciencias y en las costumbres, en la vida de los individuos, de las familias y de toda la sociedad.

Nos es grato, a este propósito, reconocer el respeto y colaboración que la Iglesia y sus instituciones encuentran cerca de las Autoridades públicas de vuestro país y cerca de Vuestra Excelencia en particular. Las actividades y las iniciativas que se benefician de ello pueden así desarrollarse más fácilmente y llevar a las poblaciones, con una creciente asistencia espiritual y moral, la bienhechora influencia de la doctrina y de la acción de la Iglesia. Queremos mencionar, entre otras, la colaboración que ha hallado la Santa Sede cerca de las Autoridades peruanas, con ocasión de la reciente erección de varias circunscripciones eclesiásticas nuevas.

No dudamos de que Vuestra Excelencia y el Gobierno de su país, seguirán mostrando hacia la Religión Católica sentimientos que responden perfectamente al alma del pueblo peruano y a sus mejores tradiciones nacionales. Confiamos especialmente en que la Iglesia encontrará cerca de las Autoridades del Estado toda la ayuda necesaria, para asegurar a las generaciones jóvenes .una sólida formación cristiana, sobre todo mediante la enseñanza religiosa en las escuelas y la defensa de la moralidad contra los peligros que la acechan de tan diferentes maneras.

Con estos deseos y esperanzas, Nos reiteramos a Vuestra Excelencia nuestra satisfacción por la visita que se ha dignado hacernos e invocamos de todo corazón sobre Vuestra Excelencia, su familia, las ilustres personas que os acompañan y sobre toda la nación peruana, la abundancia de las gracias y bendiciones divinas.


* AAS 52 (1960) 95-96.

 



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