DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIII
A LOS PARTICIPANTES EN EL VII CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN
INTERNACIONAL DE LA PRENSA DEPORTIVA*
Sábado 2 de abril de 1960
Nos es grato, señores de la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva, corresponder al deseo que Vos habéis expresado de que os recibiésemos unos momentos durante vuestro séptimo Congreso.
¡La prensa deportiva! Ella ocupa un lugar muy importante en el mundo moderno y atrae la atención de un público inmenso. Incluso os diremos confidencialmente que a veces Nos mismo echamos una ojeada sobre ella y observamos a veces con asombro, otras con la mayor satisfacción, el desarrollo que ha alcanzado esta rama de la prensa informativa.
Este desarrollo corresponde a la creciente importancia que ha tomado el mismo deporte en el mundo actual. Hoy innumerables masas hallan en él todos los domingos un sano esparcimiento. Muchos, por otra parte —lo reconocemos de buen grado—, logran incluir esta distracción en el día consagrado al Señor, sin por ello faltar a sus deberes religiosos. Pues es muy conforme a la ley divina que, después de haber «dado a Dios lo que es de Dios», conceda el hombre también, en ese día, a su cuerpo y espíritu un legítimo descanso.
La extensión que ha tomado el deporte y la prensa dedicada a él implica para ustedes, señores, no sólo un trabajo siempre en aumento, sino también, y sobre todo, una grave responsabilidad que nace de las inmensas posibilidades, que tenéis, de orientar la opinión de las masas en este terreno particular.
Nuestro predecesor Pío XII, de venerable memoria, lo puso de relieve en la audiencia que concedió el 11 de noviembre de 1951 a los miembros de nuestra asamblea general: «Como periodistas asumís la tarea de informar y, lo que es más importante, sin comparación, de formar la opinión..., en todo lo referente al deporte».
Y formar la opinión sobre este punto es, ante todo, acostumbrarse a dar al deporte el lugar exacto que le corresponde en la actividad humana, ni muy insignificante ni tampoco exagerado.
Nos mismo lo afirmábamos recientemente a los Congresistas del Centro Deportivo Italiano: el deporte tiene gran valor, pero en el sitio que le corresponde, como «instrumento útil del desarrollo completo y armonioso de la personalidad».
Sabed, pues, mantener siempre en vuestros escritos el equilibrio conveniente en este terreno. No creéis peligrosos mitos ni causéis exagerados entusiasmos ni fijéis la atención en los valores físicos únicamente. Así seréis fieles, en lo que a vosotros se refiere, a la consigna del Apóstol Pablo —a quien era tan familiar todo lo referente al deporte— que tuvimos ocasión de recordar a vuestros colegas de la prensa católica italiana, pero que también merece que la tengáis presente, señores, por diversos que sean los países de donde procedéis, y la diversidad de opiniones que defendéis: facientes veritatem in caritate (Ef 4,15) (Discurso del 4 de mayo de 1959).
«Practicar la verdad en la caridad», he aquí ,un programa muy apto para atraer la atención de los periodistas de la prensa deportiva. En vuestros artículos e informes, especialmente los que desde Roma serán difundidos durante los próximos Juegos Olímpicos en las publicaciones de todo el mundo, tened interés en ser veraces y en no ofender a nadie: veritatem in caritate. Con este deseo os dejamos hoy, esperando que estas olimpiadas romanas, tan cercanas, Nos proporcionen de nuevo el placer del grato encuentro de esta mañana, y de todo corazón invocamos sobre todos vosotros, sobre vuestras actividades, vuestras familias y naciones, las más copiosas bendiciones.
* AAS 52 (1960) 349-350.
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