DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL XIV CONGRESO NACIONAL ITALIANO
DE LA CONFEDERACIÓN CULTIVADORES DIRECTOS*
Miércoles 27 de abril de 1960
¡Queridos hijos e hijas! El espectáculo vibrante y jubiloso de vuestra presencia es motivo de alegría y de consuelo.
Al venir a Roma para los trabajos del XIV Congreso Nacional de la Confederación de Cultivadores Directos, Nos traéis el saludo y el afecto de vuestros familiares, amigos, conocidos que os han acompañado con el pensamiento en vuestro viaje, confiándoos un deseo y una plegaria.
Vosotros representáis hoy en la Casa del Padre a todos los cultivadores de la tierra, hombres y mujeres que se distinguen por la fatiga, aunque serenos en su sencillez; pacientes en el trabajo, escasos de bienes pero ricos en tantas virtudes humanas y cristianas; amantes de la familia y de la patria y fieles a la Iglesia.
Vuestra presencia es prueba elocuente de una intensa y seria vida espiritual. Pues habéis querido escuchar nuestra palabra y recibir nuestros estímulos.
Por esta pública profesión cristiana os expresamos nuestra paternal complacencia, y os exhortamos a la perseverancia. Poseéis una preciosa herencia de principios y de tradiciones. Sólo ella puede dar sentido y finalidad a vuestra actividad.
En efecto, vuestra Confederación no ha surgido con carácter exclusivamente económico profesional para defensa de los intereses de clase, sino que desde el principio ha querido que su actividad se inspirase en los principios de la doctrina social cristiana, tal y como ha sido proclamada a la faz de todo el mundo en solemnes documentos pontificios, que son y siguen siendo hitos en el camino de la elaboración cristiana del mundo del trabajo. Esta manifiesta fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia es distintivo característico de vuestra Asociación y su más noble y bello ornato. En ella se encuentra especialmente, permitidme que lo diga —además de en la organización técnica—, el secreto de su difusión y de su juvenil vitalidad no limitada a los resultados obtenidos, sino dirigida hacia ,una continua búsqueda de nuevas formas y nuevas empresas para una protección cada vez más eficaz de la gran familia de los Cultivadores directos.
Pero también en medio de las preocupaciones por los diversos problemas que lleva consigo vuestra situación actual y que exigen una urgente solución, la primacía de lo espiritual, la prosecución por los valores sobrenaturales y eternos es lo que más debéis anhelar. Con esto no queremos decir —como ciertas doctrinas anticristianas quisieran dar a entender a los incautos—, no queremos decir que al tener la mirada puesta en las cosas del cielo, haya que olvidar y descuidar las terrenas. Al contrario, es necesario tener los pies bien fijos en la tierra para cooperar a la mejora de la propia condición. Esto lo repite la Iglesia siempre en defensa de los intereses, incluso materiales, de sus hijos. El año pasado, en efecto, os decíamos que «las complejas cuestiones referentes a la próxima entrada en vigor del Mercado Común Europeo... exigen una adaptación adecuada a las nuevas exigencias para estar preparados para la evolución que se realiza» (L'Osservatore Romano 24 de abril de 1959, pág. 3), y deseábamos que la necesidad de un mayor equilibrio entre vuestras rentas y las de las otras profesiones, así como las cargas impuestas por las exigencias de la economía nacional se resolviese «de acuerdo con las previsoras directrices de la doctrina social cristiana, respetando la situación real de la agricultura» (ibíd..). Queremos insistir hoy de nuevo sobre estas afirmaciones, porque la justa defensa de vuestras aspiraciones es algo sagrado, y confiamos en que tales deseos hallarán el apoyo de todos los que tienen responsabilidades públicas y sienten la obligación de ejercerlas respetando plenamente los derechos de todos los ciudadanos. Las mismas disposiciones de carácter técnico-económico, que están en estudio, según se Nos informa, para encauzar la agricultura italiana hacia una constante mejora, y que constituyen el objeto de investigación y discusión de vuestro Congreso, son una confirmación consoladora de este interés tan difundido por vuestros problemas concretos, y de la solicitud de vuestra Confederación por una valoración completa de la vida rural.
Todo lo cual demuestra que la adhesión a los principios cristianos no significa acomodación pasiva a posiciones superadas, renunciando a hacer que progresen sanamente, sino trabajo y esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de cada uno, encaminándolas al logro de una feliz prosperidad temporal.
Por consiguiente, es precisa una visión clara de la realidad actual, y al mismo tiempo la mirada dirigida al cielo. El cristiano está situado en esta halagüeña perspectiva. El trabajador cristiano, que desea mantenerse fiel a Jesucristo y la Iglesia sabe que aquí abajo nunca podrá haber felicidad permanente; que no hay paz en los corazones y en las familias, si la prosecución de una prosperidad terrena no va unida con el Santo temor de Dios, el respeto a su Ley eterna, y la estima de la gracia divina. Todo esto lo sabe el cristiano, y de aquí procede ese carácter sereno y a la vez reflexivo que es señal de verdadera prudencia, esa rectitud y salud moral, que se refleja en ordenada armonía de la familia, en la que los nuevos hijos de Dios creciendo sanos y fuertes se preparan para las pruebas de la vida.
¡Esta es de modo especial la fisonomía de la querida gente del campo! ¡Que sepáis guardar el preciado tesoro de las virtudes teologales y cardinales: fe, esperanza y caridad; prudencia, justicia, fortaleza y templanza, que hacen de vuestra familia una de las partes más sanas de la vida nacional y un consuelo para la Santa Iglesia.
Aun en medio de las pruebas de los tiempos actuales y de la profunda revolución técnica y económica que se lleva a cabo y que se pondrá a nuestro servicio en una mayor proporción, que sepáis mantener la mirada hacia el cielo, el corazón lleno de santos propósitos de fidelidad y de amor de Dios. Sólo así las aplicaciones de la técnica serán fuentes de verdadero y duradero progreso espiritual sin el cual sólo hay desorden y confusión.
Como trabajadores de la tierra y, por tanto, más en contacto con el gran misterio de la naturaleza, libro abierto que habla del poder del Creador, vosotros podéis comprender perfectamente estas palabras, que nos dicta la solicitud que sentimos por vuestro bienestar espiritual y material.
¡Oh, qué lecciones de vida nos da la tierra! ¡Qué edificante es pensar que Dios quiso poner al primer hombre en el marco sereno de un jardín, «para que lo cultivase y guardase» (Gn 2,15); qué hermoso es saber que los ritos más santos de la Iglesia —nos referimos a los Sacramentos instituidos por Jesucristo—, toman de la tierra la noble materia que es signo eficaz de gracia! Así, pues, el agua de la sagrada fuente bautismal, la fragancia del pan, el perfume del vino, de que el Señor ha querido servirse, para hacerse presente cada día en los altares y comunicar a los hombres su misma vida; he aquí el jugo precioso del olivo, también humilde instrumento de gracia. He aquí así mismo todas las bendiciones con que la Iglesia sigue con diligencia maternal el crecimiento de los frutos de la tierra y los actos que los preparan.
Estas grandes realidades, que os son tan familiares en vuestra vida, las podéis entender de modo especial y hacer más fácil y espontáneo el amor y la estima de las cosas celestiales. Este es el significado del alegre anuncio pascual, que en estos días se repite sin descanso: «Si fuisteis, pues, resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col 3, 1.3).
¡Queridos hijos e hijas! ¿Qué podríais esperar más alegre y estimulante de nuestra palabra?
Seguid en la línea de fidelidad a Cristo y a la Iglesia, que os trasmitió como radiante herencia de cuantos os precedieron y sobre cuyas huellas camina vuestra organización. ¡Que esta fidelidad anime vuestro camino seguro hacia un progreso cada vez más en consonancia con vuestra dignidad de hombres y de trabajadores, le preserve de los peligros del materialismo teórico y práctico; os sostenga en las fatigas, en las pruebas, en la paciente espera de tiempos mejores! Esta es la consigna que os damos, cultivadores directos, en cuyas manos está la promesa de un futuro sereno para la Iglesia y la Patria; es la invitación que os hacemos a vosotras, madres de familia, mujeres del campo, que con dulce persuasión, gracia y paciencia, podéis hacer tanto para animar espiritualmente el progreso técnico-económico del campo; es la consigna que os confiamos a vosotros, jóvenes, para que la prosecución de condiciones más equitativas de vida esté siempre ennoblecida por sólidas y fuertes convicciones religiosas y morales.
Nos elevamos al Señor ,una oración por todos vosotros, por vuestras familias, por el trabajo que desarrolláis, para que la alegría del Señor resuene siempre en vuestro corazón; y en prenda de los dones celestiales y terrenos, que invocamos abundantemente sobre vosotros, Nos complacemos en seguiros con nuestra confortadora Bendición Apostólica que queremos hacer extensiva también a cuantos os son queridos.
* Discorsi, messaggi, colloqui, Vol. II, pags. 318-322.
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