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 DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
AL SEÑOR ARTURO FRONDIZI,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ARGENTINA
*

Sábado 18 de junio de 1960

 

Señor Presidente:

Vuestra presencia es para Nos motivo de especial complacencia no solo por el testimonio de devota adhesión a la Cátedra de Pedro que Nos habéis significado, sino también por ver en vuestra persona la alta representación del noble pueblo argentino al cual deseamos en estos momentos enviar un saludo lleno de afecto.

El dinamismo que os distingue, os ha impulsado a emprender este viaje a través de las naciones europeas con el ideal de reforzar los lazos de amistad que ya con la vuestra las vinculan. Nos agrada en esta oportunidad relevar el clima de armonía existente entre esta Sede Apostólica y la nación argentina; armonía que confiamos será cada día más firme y perfecta y que encontrará su base, a la vez que su aliento, en la profesión de fe católica del pueblo argentino, unida al respeto de las normas y valores morales que de ella derivan y que han inspirado en el pasado sus más insignes empresas.

En esta etapa crucial de transformaciones profundas en que se debate el mundo, y que también afectan a vuestro país, la fidelidad a sus tradiciones católicas será estímulo poderoso para la unión entre todas las fuerzas que tienen la responsabilidad y la misión de cooperar al engrandecimiento de la Patria por tantos títulos gloriosa.

Buena oportunidad se ofrece este año, en que se conmemora el siglo y medio de vuestra independencia, para que las manifestaciones religiosas que sabemos acompañan esta histórica data, aporten vigoroso impulso al progreso de orden espiritual y moral que Nos consuela contemplar ya con ritmo creciente en Argentina.

Con estas nuestras palabras, señor Presidente, que son expresión de cuanto hacia vuestra Patria sentimos, vayan finalmente los más sinceros y cordiales votos por el buen éxito de todo vuestro viaje, por el bienestar de vuestra excelencia y su Gobierno y por la cristiana prosperidad del amadísimo pueblo argentino, que de lo íntimo de nuestro corazón bendecimos.


*AAS 52 (1960) 529.

Discorsi, messaggi, colloqui, vol. II, p. 419-420.

L’Osservatore Romano 19.6.1960, p.1.

 



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