DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIII
A LOS PARTICIPANTES EN EL PRIMER ENCUENTRO EUROPEÍSTA
DE JÓVENES ORGANIZADO EL CONSEJO DE EUROPA
PARA LA COOPERACIÓN CULTURAL*
Sala Clementina
Domingo 2 de septiembre de 1962
Señores:
Vuestro grupo es el primero que Nos recibimos en Roma después de haber dejado ayer Nuestra residencia de verano en Castel Gandolfo. Nos resulta muy grato que esté formado por jóvenes estudiantes. Gracias a una feliz iniciativa, llegáis de muchos países de Europa para completar en esta Urbe – tan rica de recuerdos – vuestra formación de arquitectos y de urbanistas. Es para Nos una gran satisfacción recibir en vuestras personas a la juventud estudiantil de todos los pueblos de la tierra.
La Iglesia Católica os saluda por intermedio de la persona del humilde Sucesor de San Pedro. Como sabéis, la Iglesia es guardiana de la perpetua juventud del Evangelio y se prepara a realizar un Concilio muy cerca de aquí, en la Basílica Vaticana. La proximidad de este acontecimiento ha inducido al Papa a regresar a Roma más temprano que de costumbre.
Los Obispos del mundo entero, por su número y su distinta procedencia, por la fuerza particular de su testimonio, harán subir al cielo un cántico primaveral de juventud. La naturaleza y la esencia de un Concilio no escapan seguramente a vuestra comprensión. Quizás, vuestra profesión misma os permita mejor que cualquier otra comprenderlo, puesto que vosotros tenéis por misión construir las ciudades y residencias de los tiempos modernos, cuya audacia de concepción no tendrá nada que envidiar a los edificios de los siglos de oro de la arquitectura.
El Concilio tiene la intención de levantar un edificio nuevo sobre los fundamentos puestos en el curso de la historia, con los recursos divinos y humanos que la Iglesia tiene a su alcance. Es más que evidente que no se trata de nuevas doctrinas o de fórmulas sensacionales. Pero el Concilio, apropiándose las palabras del Bautista repetidas por Jesús: "Haced penitencia, pues el Reino de los Cielos se acerca" (Mt 3, 2 y 4, 17), ampliará las dimensiones de la caridad a las distintas necesidades de los pueblos y les presentará de manera más clara el mensaje de Cristo. Esto implica para el hombre conversión del corazón, nuevo vigor del espíritu, fe clara y efectiva.
Estas condiciones de renovación despiertan ante todo el fervor de la cristiandad, pero no pueden dejar indiferentes a los hombres sabios y bien intencionados del mundo entero.
Los arquitectos sostienen que su arte tiende a establecer líneas y volúmenes, a crear lugares agradables para el hombre en donde su cuerpo halle salud y confort y en donde su espíritu se dilate en la alegría y la luz. Luz, espacio, naturaleza son palabras que se encuentran tan a menudo en los tratados de arquitectura como la palabra funcional. Efectivamente, sus realizaciones quieren estar al servicio del hombre, para responder a las necesidades y a las distintas comunidades en las que despliega su acción. Y bien, es exactamente lo que trata de hacer la Iglesia, por medio de los instrumentos que le son peculiares y en el dominio que le corresponde.
Ella desea renovarse, meditando sobre su existencia pasada. Vuestra presencia en esta ciudad, amados jóvenes, ¿no tiene acaso análoga significación? La contemplación de los monumentos que la sucesión de los siglos ha dejado aquí y las lecciones que de ellos se deducen claramente ¿no imparten acaso útiles enseñanzas a los arquitectos deseosos de dar al hombre un marco más adecuado a su vida personal, familiar y social y que lo lleve con provecho a la rectitud moral, al trabajo profesional, a la amistad fraternal con sus semejantes?
Concluyendo estas confidencias sugeridas por vuestra presencia, ¿Nos podemos formular un voto que Nos interesa muchísimo? Puede ser que en el curso de vuestra carrera debáis construir un lugar de oración, una morada de Dios. Comprenderéis, entonces, toda la responsabilidad que recaerá sobre vosotros; antes de determinar vuestro proyecto, meditad sobre la Santa Escritura, penetrad en el espíritu de la Liturgia; y luego infundid en vuestro trabajo y en vuestras manos la inspiración de una oración personal. Estas son las condiciones del feliz éxito de una obra tan importante.
Con la seguridad de que estos deseos serán comprendidos por todos vosotros, Nos invocamos afectuosamente la abundancia de las bendiciones divinas sobre vosotros, estimados Señores, sobre vuestras familias y sobre vuestro trabajo.
*ORe (Buenos Aires) año XIII, n°526 p.3.
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