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MENSAJE DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LOS PARTICIPANTES EN LA 28.ª ASAMBLEA GENERAL DE LA FIUC
(FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE UNIVERSIDADES CATÓLICAS)
[Guadalajara, México, 28 de julio - 1 de agosto de 2025]
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Estimados miembros de la
Federación Internacional de Universidades Católicas:
En el marco de la 28ª Asamblea General de la Federación Internacional de Universidades Católicas, que este año se realiza en Guadalajara, México, les agradezco la oportunidad que me brindan de compartir con ustedes unas breves reflexiones.
El lema que inspira la celebración del centenario de la FIUC es: “Las universidades católicas, coreógrafas del saber”. Se trata de una expresión muy hermosa, que invita a la armonía, la unidad, el dinamismo y la alegría. En este contexto hemos de preguntarnos cuál es la música que estamos siguiendo. En nuestro tiempo, quizás más que en otras épocas, abundan los “cantos de sirena” que resultan atractivos por su novedad, por su popularidad o, en otras ocasiones, por la aparente seguridad que infunden. Más allá de tales impresiones, de suyo superficiales, las universidades católicas están llamadas a convertirse en “itinerarios de la mente hacia Dios”, según feliz expresión de san Buenaventura, de modo que se haga realidad en nosotros la oportuna exhortación de san Agustín: «Fijaos, hermanos lo que sucede en el alma humana. Por sí misma no tiene luz, no tiene fuerza: todo lo que hay de hermoso en el alma, es fortaleza y sabiduría; pero ni es suyo lo que sabe, ni suya es su fuerza, ni es luz por sí misma […]. Hay un origen y una fuente de la fortaleza, y una raíz de la sabiduría; hay, por así decirlo, una región, si así se la puede llamar, de la verdad inmutable; si el alma se aparta de ella, entra en las tinieblas, y si se acerca, queda iluminada» (Comentario a los Salmos, 58, I, 18).
El medio universitario, con su característico diálogo entre distintas cosmovisiones, no es extraño al ser y quehacer de la Iglesia. Para ver porqué, conviene recordar, aunque sea sumariamente, el modo como los cristianos, ya desde los comienzos de la evangelización, percibieron con claridad que no podía anunciarse la Buena Nueva sin esclarecer en qué grado era o no compatible con otras maneras de ver el mundo y otras propuestas sobre lo que significa ser humano y vivir en sociedad. A este respecto, es relevante la pregunta que hace san Pablo a los cristianos de Roma, invitándolos a comparar su modo de vida actual y el que habían tenido antes: «¿Qué provecho sacaron entonces de las obras que ahora les avergüenzan? El resultado de esas obras es la muerte» (Rm 6,21). No carecían de inteligencia aquellos pueblos del mundo clásico y, sin embargo, el fin y desenlace de todo su razonar queda resumido, para el Apóstol, en la palabra “muerte”. ¿Por qué? ¿Qué faltaba? Faltaba Cristo, Palabra y Sabiduría del Padre; faltaba Aquel por el cual y para el cual fueron hechas todas las cosas (cf. Col 1,16). Cristo no llega como un extraño al discurso racional sino más bien como clave de bóveda que le da sentido y armonía a todo nuestro pensar, a todos nuestros anhelos y proyectos de mejorar la vida presente y de dar propósito y trascendencia al esfuerzo humano.
Santo Tomás comprendió bien que en Cristo-Sabiduría está al mismo tiempo lo más propio de nuestra fe y lo más universal de la inteligencia humana, y por ello, la sabiduría, así entendida, es el lugar natural de encuentro y diálogo con todas las culturas y todas las formas de pensamiento. Leemos en su Comentario a las Sentencias que la sabiduría «ya se trate de una capacidad de la inteligencia o de un don [de Dios], ante todo trata de lo divino; y en cuanto por ella puede ser juzgado todo lo demás, se dice que el sabio alcanza mayor certeza que todos» (III, d. 35, q. 2, a. 2, qc 2). Así pues, no tenemos que alejarnos de Cristo, ni relativizar su lugar único y propio, para conversar de manera respetuosa y fecunda con otras escuelas del saber, antiguas o recientes.
Queridos hermanos y hermanas, con el deseo de que Cristo-Sabiduría —la Verdad hecha Persona, que atrae hacia sí al mundo— sea la brújula que oriente la tarea de las instituciones universitarias que ustedes presiden, y su conocimiento amoroso constituya el impulso para una nueva evangelización en el ámbito de la educación superior católica, imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 21 de julio de 2025
LEÓN PP. XIV
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana