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VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE LEÓN XIV 
A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO "SIN IDENTIDAD NO HAY EDUCACIÓN"

[Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, Madrid, 22 de noviembre de 2025]

[Multimedia]

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Queridos educadores:

Me dirijo a vosotros con sentimientos de profunda alegría y gratitud. Vuestro compromiso diario no es nada sencillo ante una constante transformación de los procesos educativos, que se dificulta aún más por la extrema digitalización y la fragmentación cultural. No pocas veces me detengo a pensar en cuánto bien hacéis en medio de condiciones realmente complejas. Vuestra misión al servicio de la Iglesia es fermento vivo no sólo para las nuevas generaciones, sino también para las comunidades que encuentran en ella un sólido punto de referencia (cf. Mt 13,33).

Representáis —con vuestra historia y los diferentes enfoques pedagógicos— una riqueza de carismas que forman la constelación de la paideia cristiana. Frente a esta constelación tan colorida, no hay que perder de vista la centralidad de Cristo, que irradia su luz a todas las estrellas. Este caleidoscopio de colores tan bellos me lleva a reflexionar sobre el tema de vuestro Encuentro: “Sin identidad no hay educación”. La identidad cristiana no es un sello decorativo o un adorno, sino el núcleo mismo que da sentido, método y propósito al proceso educativo.

Como les sucede a los navegantes, si se pierde de vista la estrella polar, no es raro que el barco se vaya a la deriva. Para la educación cristiana la brújula es Cristo. Sin su luz, la propia misión educativa se vacía de significado y se convierte en un automatismo sin esa capacidad transformadora que nos ofrece el Evangelio (cf. Rm 12,2). Por ello, se trata de responder plenamente a una vocación y a un proyecto totalmente original, que se encarna en las prácticas, en el currículo y en la propia comunidad educativa. [1]

La identidad no es, tampoco, un accesorio o un maquillaje que se hace visible con rituales aislados o incluso con mecanismos repetitivos, desprovistos de vitalidad. La identidad es el fundamento que articula la misión educativa, define su horizonte de significado y orienta sus prácticas cotidianas, tanto en la forma de enseñar, como en la de evaluar y actuar. Cuando la identidad no informa las decisiones pedagógicas, corre el riesgo de convertirse en un adorno superficial que no logra sostener el trabajo educativo frente a las tantas tensiones culturales, éticas y sociales, que caracterizan nuestros tiempos de polarización y violencia.

Me vienen a la mente las palabras de María Zambrano, quien, al reflexionar sobre los retos y las tensiones del mundo contemporáneo con su particular sensibilidad poética, está convencida de que el vínculo entre el presente y el futuro no puede prescindir de la herencia del pasado, porque «nuestra alma está cruzada por sedimentos de siglos, son más grandes las raíces que las ramas que ven la luz». [2] Os invito, pues, a reflexionar sobre estas palabras, orientados con esperanza hacia el futuro sin olvidar nuestra historia, de la cual debemos aprender con sabiduría.

Una educación auténtica, por lo tanto, promueve la integración entre la fe y la razón. No son polos opuestos, sino caminos complementarios para comprender la realidad, formar el carácter y cultivar la inteligencia. En consecuencia, es fundamental que en la experiencia educativa se promuevan métodos que involucren las ciencias y la historia, así como la ética y la espiritualidad. Esto se da plenamente en una comunidad educativa que es como un hogar. Una verdadera colaboración entre la familia, la parroquia, la escuela y las realidades territoriales acompaña concretamente a cada alumno en su camino de fe y aprendizaje.

Si se mira más de cerca, como ya habían indicado los venerados Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia en su misión educativa redescubre su función materna. Ella es la madre generadora de los creyentes, porque es la esposa de Cristo. Casi todos los documentos conciliares recurren a la maternidad de la Iglesia para revelar su misterio y su acción pastoral, así como para extender su amor en un abrazo ecuménico a los “hijos separados de ella” y a los creyentes de otras religiones, hasta llegar a todos los hombres de buena voluntad. Esto sucede cada día en vuestras escuelas, abiertas al diálogo y al encuentro entre las diferencias. En ellas, la educación se convierte en un instrumento de paz y cuidado de la creación. [3]

Hace poco, durante el Jubileo del Mundo Educativo, celebramos el 60º aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum educationis, la cual os invito a releer con atención, apreciando su actualidad y su visión de futuro, a pesar de los muchos años transcurridos. De hecho, se ha instado a la Iglesia a «ocuparse de toda la vida del hombre, incluso de la terrenal, en cuanto relacionada con la vocación sobrenatural; por lo tanto, tiene una tarea específica en lo que respecta al progreso y al desarrollo de la educación». [4]

De esta manera, el icono de la Iglesia Madre se presenta ante nosotros no sólo como expresión de ternura y caridad, sino también como aquella que salvaguarda esa capacidad —intrínsecamente ligada a ella— de ser guía y maestra, habiéndole confiado «su santísimo Fundador […] una doble tarea: engendrar hijos, educarlos y sostenerlos, guiando con maternal providencia la vida de los individuos y de los pueblos, cuya gran dignidad ella siempre respetó y protegió con solicitud». [5]

Al concluir este mensaje, resulta evidente que la acción educativa de la Iglesia —llevada a cabo a través de las escuelas y las actividades formativas— no es simplemente una obra filantrópica loable para satisfacer o sostener una necesidad social, sino que es parte esencial de su identidad y misión. Por lo tanto, os animo a comprometeros con valentía y a mirar hacia adelante con esa esperanza viva que se renueva cada día en vuestra pasión educativa.

Agradeciéndoos por todo vuestro esfuerzo, queridos educadores, os saludo y os bendigo.

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[1] Cf. Congregación para la Educación Católica, La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo (25 enero 2022).

[2] M. Zambrano, Las palabras del regreso, Madrid 2009, 67.

[3] Cf. Francisco, Discurso a los estudiantes y profesores de la “Red Nacional de las Escuelas de Paz” (28 noviembre 2022).

[4] Conc. Ecum. Vat. II, Declaración Gravissimum educationis, sobre la educación cristiana (28 octubre 1965), Proemio.

[5] San Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra (15 mayo 1961), 1.