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DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LA DELEGACIÓN DE JÓVENES PERUANOS
PARTICIPANTES EN EL JUBILEO DE LOS JÓVENES
Sala Clementina
Lunes, 28 de julio de 2025
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En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.
Muchas gracias. ¡Felices fiestas patrias a todos los peruanos!
Queridos jóvenes:
Les doy la bienvenida en esta casa de Pedro, donde vienen como peregrinos de esperanza, ustedes todos son peregrinos de esperanza, y vienen para encontrarse con otros miles de jóvenes, para celebrar juntos el Jubileo. Al verlos a ustedes pienso también en sus familias y en tantas personas de sus comunidades parroquiales que seguramente los han ayudado, con grandes sacrificios y trabajos, para hacer posible este viaje tan esperado. A todos les saludo con gratitud y alegría.
A las puertas de este acontecimiento tan importante para la juventud de todo el mundo, el Evangelio de la Misa de hoy nos ilumina de modo especial, son dos parábolas que nos ayudan en nuestro caminar cristiano: la primera habla de un pequeño grano de mostaza y la siguiente de un poco de levadura (cf. Mt 13,31-35). Como vemos, son dos elementos diríamos casi insignificantes; sin embargo, con la fuerza de la vida que llevan en sí pueden transformarse, crecer y servir al fin para el que han sido creados.
También nosotros somos pequeños, pero no estamos solos; el Señor ha querido que formáramos parte de una gran familia, la familia de la Iglesia. Incorporados a ella en Cristo, como los racimos a la vid, podemos crecer y dar fruto, ayudados con la gracia del Señor. San Agustín habla de estas dos parábolas comentando uno de los salmos, el salmo 68, y también expresa esa fuerza de lo pequeño, que cuando crece se arraiga en un pueblo, el pueblo de Dios que se extiende por toda la tierra (cf. Comentario al Salmo 68, I, 1).
En estos días de júbilo del Jubileo de los Jóvenes, todos ustedes tendrán la hermosa experiencia de sentirse parte del pueblo de Dios, parte de la Iglesia universal, que abarca y abraza a toda la tierra, sin distinción de raza, lengua o nación; extendiéndose como el arbusto de mostaza y fermentando como la levadura.
Queridos jóvenes, quisiera que todo lo que vivan durante estas jornadas lo conserven siempre en sus corazones, pero que no lo guarden sólo para ustedes. Eso es muy importante: lo que van a experimentar aquí, que no sea sólo para uno mismo. Tenemos nosotros que aprender a compartir. Por favor, que todo esto no quede sólo como un recuerdo, sólo como unas bonitas fotos, sólo como algo del pasado. Quisiera que cuando regresen a Perú inunden aquellas tierras con la alegría y la fuerza del Evangelio, con la Buena Nueva de Jesucristo. Que todas las personas con las que se encuentren puedan ver en ustedes el rostro de Cristo que ama y se entrega, que sigue presente en cada bautizado. Por eso, amen y sirvan gratuitamente, en lo cotidiano, en lo pequeño, en lo escondido, porque han experimentado el gozo de ser amados primero, y porque todo lo han recibido gratuitamente de nuestro Padre Dios.
Las mochilas que los van a acompañar durante estos días, llevando sólo lo esencial, son el signo de la misión que hoy el Papa les encomienda: sean misioneros allí donde vayan, sean transparencia de la presencia del Señor, como lo fueron nuestros queridos santos peruanos. Ustedes saben que el Papa Francisco siempre hablaba del Perú como “tierra ensantada”, tantos santos pero no sólo del pasado, santos también de hoy y mañana.
Que Dios los bendiga y que Nuestra Señora de la Evangelización los proteja siempre. Gracias.
[Bendición]
¡Que viva Cristo!
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