Index   Back Top Print

[ AR  - DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PL  - PT ]

SALUDO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A INFLUENCERS Y MISIONEROS DIGITALES

Basílica de San Pedro
Martes, 29 de julio de 2025

[Multimedia]

____________________________________

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

La paz esté con ustedes.

Queridos hermanos y hermanas, hemos comenzado con este saludo: La paz esté con ustedes.

Y cuánto necesitamos la paz en nuestro tiempo, desgarrado por la enemistad y las guerras. Y cuánto nos llama hoy al testimonio el saludo del Resucitado: «La paz esté con ustedes» (Jn 20,19). La paz esté con todos nosotros. En nuestros corazones y en nuestras acciones.

Esta es la misión de la Iglesia: anunciar la paz al mundo. La paz que viene del Señor, que venció a la muerte, que nos trae el perdón de Dios, que nos da la vida del Padre, que nos indica el camino del Amor.

1. Es la misión que la Iglesia les confía hoy también a ustedes, que están aquí en Roma para su Jubileo, que han venido a renovar el compromiso de alimentar con esperanza cristiana las redes sociales y los entornos digitales. La paz necesita ser buscada, anunciada, compartida en todos los lugares; tanto en los dramáticos escenarios de guerra, como en los corazones vacíos de quienes han perdido el sentido de la existencia y el gusto por la interioridad, el gusto por la vida espiritual. Y hoy, quizás más que nunca, necesitamos discípulos misioneros que lleven al mundo el don del Resucitado; que den voz a la esperanza que nos da Jesús vivo, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,3-8); que lleguen a dondequiera que haya un corazón que espera, un corazón que busca, un corazón que necesita. Sí, hasta los confines de la tierra, hasta los confines existenciales donde no hay esperanza.

2. Hay un segundo reto en esta misión: buscar siempre la “carne sufriente de Cristo” en cada hermano y hermana con los que nos encontramos en internet.  Hoy nos encontramos en una nueva cultura, profundamente caracterizada y formada por la tecnología.  Depende de nosotros, depende de cada uno de ustedes, garantizar que esta cultura siga siendo humana.

La ciencia y la tecnología influyen en la forma en que nosotros vivimos en el mundo, afectando incluso al modo de entendernos a nosotros mismos, de relacionarnos con Dios y los unos con los otros. Pero nada de lo que proviene del hombre y su creatividad debe utilizarse para socavar la dignidad de los demás. Nuestra misión, la misión de ustedes, es nutrir una cultura de humanismo cristiano, y hacerlo juntos. Esta es la belleza de la “red” para todos nosotros.

Frente a los cambios culturales a lo largo de la historia, la Iglesia nunca se ha mantenido pasiva; siempre ha tratado de iluminar cada época con la luz y la esperanza de Cristo, discerniendo el bien del mal y lo que era bueno de lo que debía cambiarse, transformarse y purificarse.

Hoy nos encontramos en una cultura en la que la dimensión tecnológica está presente en casi todo, especialmente ahora que la adopción generalizada de la inteligencia artificial marcará una nueva era en la vida de las personas y de la sociedad en su conjunto.  Este es un desafío que debemos afrontar: reflexionar sobre la autenticidad de nuestro testimonio, sobre nuestra capacidad de escuchar y hablar, y sobre nuestra capacidad de comprender y ser comprendidos. Tenemos el deber de trabajar juntos para desarrollar una forma de pensar y un lenguaje de nuestro tiempo que dé voz al Amor.

No se trata simplemente de generar contenido, sino de crear un encuentro entre corazones. Esto implicará buscar a los que sufren, a los que necesitan conocer al Señor, para que puedan sanar sus heridas, volver a levantarse y encontrar sentido a sus vidas. Este proceso comienza, antes que nada, con la aceptación de nuestra propia pobreza, dejando de lado toda pretensión y reconociendo nuestra innata necesidad del Evangelio. Y este proceso es un reto de la comunidad.

3. Y esto nos lleva a un tercer llamado y por eso les hago un llamado a todos ustedes: “que vayan a reparar las redes”. Jesús llamó a sus primeros apóstoles mientras reparaban sus redes de pescadores (cf. Mt 4,21-22). También lo pide a nosotros, es más, nos pide hoy construir otras redes: redes de relaciones, redes de amor, redes de intercambio gratuito, en las que la amistad sea auténtica y sea profunda. Redes donde se pueda reparar lo que ha sido roto, donde se pueda poner remedio a la soledad, sin importar el número de los seguidores —los follower—, sino experimentando en cada encuentro la grandeza infinita del Amor. Redes que abran espacio al otro, más que a sí mismos, donde ninguna “burbuja de filtros” pueda apagar la voz de los más débiles. Redes que liberen, redes que salven. Redes que nos hagan redescubrir la belleza de mirarnos a los ojos. Redes de verdad. De este modo, cada historia de bien compartido será el nudo de una única e inmensa red: la red de redes, la red de Dios.

Sean entonces ustedes agentes de comunión, capaces de romper la lógica de la división y de la polarización; del individualismo y del egocentrismo. Céntrense en Cristo, para vencer la lógica del mundo, de las fake news y de la frivolidad, con la belleza y la luz de la verdad (cf. Jn 8,31-32).

Y ahora, antes de despedirme con la bendición, encomendando al Señor el testimonio de todos ustedes, quiero darles las gracias por todo el bien que han hecho y hacen en sus vidas, por los sueños que persiguen, por su amor al Señor Jesús, por su amor a la Iglesia, por la ayuda que prestan a los que sufren y por su camino en las vías digitales.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana