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DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LOS REPRESENTANTES DE LA
"CONFEDERACIÓN MÉDICA LATINOIBEROAMERICANA Y DEL CARIBE"
(CONFEMEL)

Sala del Consistorio
Jueves, 2 de octubre de 2025

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Empezamos con la señal de la Cruz, con la cual todos fuimos salvados: en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. ¡La paz esté con ustedes!

Muy buenos días a todos y bienvenidos.

Me alegra recibirlos esta mañana en el Vaticano. Ustedes pertenecen a la Confederación Médica Latinoiberoamericana y del Caribe, un organismo que representa a más de dos millones de médicos que trabajan para hacer llegar una asistencia sanitaria de calidad a todos los rincones de sus países. Gracias por esta incansable labor.

Hoy, 2 de octubre, la Iglesia celebra a los Santos Ángeles Custodios. Esta memoria puede ayudarnos a reflexionar sobre la relación médico-paciente, que se basa en el contacto personal y en el cuidado de la salud, se podría decir, así como los ángeles que nos cuidan y protegen en el camino de la vida.  Este tema también me recuerda unas palabras de san Agustín, en las que se refería a Cristo como médico y como medicamento. Él es médico porque es palabra y medicamento porque es palabra hecha carne (cf. Sermón 374, 23). Ciertamente, la “palabra” y la “carne” son fundamentales; el diálogo, la comunicación y el contacto físico siempre han de estar presentes en la relación terapéutica, más allá de los instrumentos y herramientas que se utilicen para tratar las enfermedades.

Como leemos en el Evangelio, Jesús curó a varios enfermos. Podríamos citar el caso de aquel leproso que, «cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”. Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado» (Mc 1,40-42). No se trata de un gesto mecánico, entre el leproso y Jesús se ha establecido una relación personal: el que no podía ser tocado encuentra en una caricia de Jesús la salud y la salvación.

Asimismo, son muchas las figuras de médicos que han sabido dedicar sus vidas al bien de sus pacientes. Me gustaría hoy recordar al beato José Gregorio Hernández, uno de los médicos más conocidos en Venezuela a principios del siglo XX. Lo considero un buen ejemplo para ustedes, pues supo compaginar su alta competencia médica con su dedicación a los más necesitados, lo que le valió el título de “médico de los pobres”.

A la luz de estas reflexiones, los invito a seguir profundizando en la importancia de la relación médico-paciente. Una relación entre dos personas, con sus cuerpos y su interioridad, con su historia. Esta convicción nos ayuda también a arrojar luz sobre el lugar de la inteligencia artificial en medicina: puede y debe ser una gran ayuda para mejorar la asistencia clínica, pero nunca podrá ocupar el lugar del médico, porque ustedes «son – como decía el Papa Benedicto XVI –, reservas de amor, que llevan serenidad y esperanza a los que sufren» (Benedicto XVIÁngelus, 1 de julio de 2012). El algoritmo nunca podrá sustituir un gesto de cercanía o una palabra de consuelo.

Queridos amigos: tienen por delante grandes y estimulantes desafíos, que requieren ser afrontados con esperanza. Al finalizar este nuestro encuentro pido a «Cristo Jesús, nuestra esperanza» (1 Tm 1,1) y a la Santísima Virgen María, Salud de los enfermos, que acompañe a todos ustedes en este peregrinaje que todos hacemos hacia la casa del Padre. Que Dios los bendiga a todos. Muchas gracias. 

Y concluyamos entonces pidiendo la bendición del Señor sobre ustedes y todos sus colegas. Son tanto importantes esa relación y esa posibilidad de vida y esperanza que ustedes también ofrecen a todos sus pacientes, a todos los enfermos.