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DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LAS HERMANAS AGUSTINAS RECOLETAS DE LA FEDERACIÓN DE MÉXICO

Salita del Aula Pablo VI
Miércoles, 15 de octubre 2025

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Ave María Purísima:

¡Buenos días a todas! Han venido a Roma en este Año Santo para vivir un momento de encuentro con el Señor, que veo que las ha llenado de júbilo. Santo Tomás de Villanueva, comentando los soliloquios de san Agustín, ilustra el origen de esta dicha: «No sois tú [Señor] una cosa y otra cosa tu recompensa, sino que tú mismo eres la recompensa inconmensurable» (Obras Completas, II, 89).

Para encontrar al Señor en la vida que tan gustosamente hemos abrazado, debemos, como peregrinos, recorrer un camino. Es cierto que hay muchos, pero todos se reducen a dos: «Misericordia y verdad» (Sal 24,10). Por estas dos vías, caminemos hacia el Señor, sirviendo como Marta en las obras de misericordia o descansando como María a los pies de Jesús para contemplar la verdad (Lc 10,38-41) (cf. íbid., VIII/2-3, 77).

El santo obispo de Valencia nos dice que este es el camino que nos muestran el Evangelio y el apóstol Pablo, el camino del amor: «¡Oh deliciosa vía del amor! —dice el santo— ¿Hay algo más fácil, más grato que amar? [...] Es facilísimo, pues, el camino del amor, ya sea a Dios, ya al prójimo. Así pues, ¡qué fácil es esta ruta! ¡Qué hermoso y agradable el camino!», por eso, todos los que han alcanzado la meta, «lo han hecho por este camino» (íbid., II, 247).

Este amor no es algo que se consigue con esfuerzo, sino que se recibe como don. Santo Tomás nos dice: «Por muchas cosas que te dé Dios, si no te da su amor, se te ha negado a sí mismo» (íbid., VIII/2-3, 107). Nuestro viaje se concreta así desde el corazón: «Dios, en efecto, no se fija en qué o cuánto haces, sino en cuánto adelantas en el deseo y en el amor de Él, porque, aunque es cierto que cada uno será juzgado por sus obras, sin embargo el peso de la obra es la caridad del corazón» (íbid., VI, 487). Es más, si falta el fuego del amor los trabajos pierden el sentido y se convierten en «una carga para el alma», pero «donde hay amor no hay penas» (íbid. II, 63).

Queridas hermanas, invoquemos la protección maternal de Nuestra Madre del Buen Consejo y la intercesión de santo Tomás de Villanueva, que tanto amó la misión en América (cf. íbid., III, 411), para recorrer este camino de perfección con paciencia y animo esforzado para llegar al final (cf. íbid., VII, 331).