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MENSAJE DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL DIRECTOR GENERAL DE LA UNESCO
PARA LA IX JORNADA MUNDIAL DE LA ALFABETIZACIÓN*

 

Señor Amadou Mahtar M’Bow

A los diez años de la Conferencia de Teherán, que fue el punto de partida de la acción mundial en favor de la alfabetización, nos consideramos en el deber de subrayar de modo especial el papel realmente importante que desde hace ya largos años viene desempeñando en este campo la UNESCO, tanto por lo que se refiere a la sensibilización de la opinión pública mundial ante la gravedad de este problema como por lo que se refiere a la planificación y aplicación de programas y de medios apropiados, eficaces y adaptados a las necesidades del hombre y del desarrollo.

Le repetimos que la Santa Sede no quiere dejar de apoyar tales esfuerzos. En efecto, la acción pedagógica de la Iglesia a través de la alfabetización se encamina hacia la formación integral de la persona y su promoción humana y social, intentado de esta forma que el individuo se integre de manera consciente y responsable en la sociedad a la que él pertenece. Así, el hombre puede disfrutar de su derecho a participar en la cultura de su pueblo, al mismo tiempo que toma conciencia de su propia misión en la sociedad.

Las instancias responsables del mundo católico, también en colaboración con sus hermanos de otras religiones o que tienen otras convicciones, han ofrecido ya una valiosa colaboración para el éxito de esta noble campaña, por medio de múltiples iniciativas, tan variadas como originales.

Con motivo de esta IX Jornada mundial de la Alfabetización, el mundo católico no dejará de redoblar sus esfuerzos, con renovada entrega, para que la alfabetización quede reconocida como condición fundamental de todo desarrollo humano auténtico y de cualquier forma de progreso económico y social. Séanos, por nuestra parte, permitido insistir sobre un aspecto, sin duda particular, pero de creciente importancia en el marco de estos esfuerzos: la alfabetización de los trabajadores emigrantes.

Un número importante de obreros están forzados, por razones económicas, a abandonar por largo tiempo su país. Se imponen medirlas urgentes a fin de hacerles posible la plena participación, ante todo en su propia cultura de origen, pero también en la del país que les hospeda a fin de poder insertarse en su vida social y profesional. Con frecuencia, será necesario un real esfuerzo de alfabetización a fin de conseguir ambos objetivos, pues si faltase dicho esfuerzo, los trabajadores emigrantes correrían el peligro de hallarse desamparados y a merced de las más diversas explotaciones. Nos consta que se han movilizado ya en este campo un buen número de generosidades, pero queda todavía mucho por hacer.

Ciertamente, la determinación y el fomento de la alfabetización por medio de una apropiada política, corresponde a las mismas naciones interesadas. Y vemos con una gran satisfacción como se desarrollan múltiples iniciativas, que pueden servir de ejemplo y de modelo. Pero el problema es vasto y requiere la colaboración de todos, por encima de las fronteras territoriales y culturales. La solidaridad internacional invita a prestar, en particular a los países menos favorecidos, toda la ayuda que pueda serles útil, tanto si se trata de apoyar directamente la realización de programas bien determinados, como de participar en experiencias que permiten una mejora de los métodos y una valoración exacta de su puesta en práctica. Conocemos y apreciamos la acción perseverante llevada a cabo en este sentido por la UNESCO, y por esta razón seguimos con un interés particular la realización de proyectos y programas preparados para los años próximos, buscando solucionar globalmente el grave problema de la alfabetización en el mundo.

Con motivo de la celebración de esta Jornada internacional de la Alfabetización, os repetimos nuestros mejores deseos a favor de esta tan noble tarea, que tan bien encaja con la misión especifica de la UNESCO y que, más allá de tantas divisiones dolorosas, manifiesta el común interés de toda la humanidad por asegurar un desarrollo más auténtico del hombre.

Vaticano, 29 de agosto de 1975

PAULUS PP. VI


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.37, p.1.

 



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