DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA
ANTE LA SANTA SEDE*
Jueves 2 de marzo de 1967
Señor Embajador:
Con profunda satisfacción hemos escuchado las elevadas palabras con que Vuestra Excelencia Nos acaba de presentar las Cartas Credenciales que le acreditan en calidad de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Venezuela ante la Santa Sede.
Agradecemos vivamente y apreciamos en su verdadero valor los delicados sentimientos con que Vuestra Excelencia ha querido dar realce a este acto; y deseamos que la misión que ahora comienza se vea coronada con los mejores éxitos. Cuente para ello con Nuestra benevolencia y decidido apoyo.
Vuestra presencia, Señor Embajador, Nos trae el mensaje de un Pueblo de grandes reservas espirituales y de rico patrimonio religioso: su expresión clara y sincera se traduce en aspiraciones de paz, en esfuerzo por un creciente desarrollo económico y social. La Iglesia, por su parte, fijos sus ojos en el bien espiritual de las almas, sigue con mirada de comprensión tan nobles preocupaciones: ella trata siempre de infundir, por medio de su ministerio, en la sociedad y en los individuos las virtudes que constituyen el nervio y el alma del verdadero progreso y de auténtica renovación. Quiera el Señor asistir con su amorosa providencia a los regidores de la cosa pública y a los ciudadanos todos para que, en la concordia de voluntades, en el amor fraterno, sea posible dedicar la plenitud de sus energías al engrandecimiento del País.
Como Vuestra Excelencia amablemente ha relevado, el tema de la paz ocupa constantemente Nuestra atención; es en virtud del deseo de Cristo como nos interesamos continuamente a fin de que se mantenga y consolide ella entre los pueblos del Universo: paso preliminar y fundamental será en este camino el que los hombres pongan como cimiento de sus relaciones la caridad y la justicia.
Nos felicitamos de tener en la persona de Vuestra Excelencia un representante calificado de la Nación Venezolana. Al Excelentísimo Señor Presidente de la República Nos es grato corresponder por su deferente saludo, formulando fervientes votos por la prosperidad de su mandato. Confiamos asimismo que, gracias a la acción de Vuestra Excelencia, las felices relaciones que ya existen entre vuestro País y la Santa Sede se conserven en la cordialidad que actualmente las caracteriza.
Al darle, Señor Embajador, Nuestra bienvenida, le aseguramos que pedimos al Altísimo le ayude en el desempeño de sus funciones con copiosas gracias. Con estos votos y esperanzas queremos darle Nuestra Bendición Apostólica que le rogamos trasmita al queridísimo pueblo de Venezuela, como testimonio de Nuestro particular afecto y en prenda del creciente bienestar y de la prosperidad cristiana que para todos sus habitantes imploramos.
*AAS 59 (1967), p.224-225.
Insegnamenti di Paolo VI, vol. V, p.78-79.
L’Attività della Santa Sede 1967, p.159-160.
L'Osservatore Romano, 3.3.1967, p.1.
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