DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN PARA EL
PONTIFICIO COLEGIO PÍO LATINO-AMERICANO
Lunes 26 de abril de 1971
Venerables Hermanos en el Episcopado:
Vuestra visita, en calidad de Miembros de la Comisión para el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, nos da la oportunidad de acercarnos a dos realidades para Nos tan entrañables, como son los futuros Sacerdotes y la vida de la Iglesia en vuestro Continente.
La formación de los que van a ser «otro Cristo», «Dios con nosotros», es una empresa delicada y bellísima, que requiere fe, amor y lúcida comprensión de manera que los llamados a dispensar las gracias divinas, sigan las huellas del Sumo y Eterno Sacerdote para saber responder a las legítimas aspiraciones de las comunidades que les serán confiadas. Esto lo sabéis bien vosotros, que venís de aquellas inolvidables tierras latinoamericanas, donde se abren al Sacerdote amplísimos campos de apostolado, ansiosos de germinar en los más consoladores frutos de vida cristiana.
Por eso os confiamos un paternal mensaje de saludo para todos los amadísimos Sacerdotes de Latinoamérica. Los exhortamos de corazón a ser fieles a la llamada del Señor, a ser mensajeros incansables de esos primordiales valores espirituales y sobrenaturales que han de ser consolidados y desarrollados, cada día con mayor empeño, en vuestros Países de tan honda tradición católica, de manera que esos mismos valores sean la garantía y la inspiración de los trabajos de servicio y promoción humana, a la que con tanta abnegación muchos están dedicados. Esta recta jerarquía de valores dará al trabajo pastoral su verdadera dimensión.
Igualmente pedimos a cada uno de ellos, aún a los que ejercen su actividad en los lugares más apartados o en los ministerios menos llamativos, que cooperen con sus ideas y sus plegarias, unidos a sus propios Obispos y a sus hermanos Sacerdotes, de manera que las experiencias pastorales de todos puedan ayudar a delinear una auténtica imagen sacerdotal en los trabajos del próximo Sínodo Episcopal.
Y a vosotros, Venerables Hermanos, os agradecemos vivamente vuestra visita, os formulamos los mejores votos para el fruto de vuestros trabajos y, en prueba de sincero afecto, os impartimos de corazón nuestra Bendición Apostólica.
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