RADIOMENSAJE DEL SANTO PADRE PABLO VI
CON MOTIVO DEL AÑO JUBILAR DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
Sábado 24 de julio de 1971
Amadísimos hijos españoles:
¡Cuántas cosas os quisiéramos decir hoy para demostraros todo el afecto y el amor que os profesamos, las esperanzas que nutrimos en vuestra Iglesia, unida y compacta en torno a la herencia de los Apóstoles! Al entrar con Nuestra voz y Nuestra imagen en vuestros hogares, lo hacemos con la grata sensación de querer empaparnos de la atmósfera espiritual que ha respirado, desde los albores del cristianismo, vuestra comunidad eclesial; en ella se han fundido con maravillosa armonía las recias virtudes del alma española, generosa y hospitalaria, con una fe profunda que sabe de fidelidad constante y de donación creadora y sin límites a la causa de la Iglesia.
En este día de fiesta, cuando España entera es ruta de peregrinos portadores de preocupaciones y esperanzas, Nos mismo sentimos resonar la llamada secular del camino de Santiago a la conversión, al encuentro de la familia humana deseosa, hoy más que nunca, de una verdadera y fecunda hermandad.
Compostela, como Roma, como Jerusalén, es un centro de atracción para los creyentes que buscan la reconciliación con Dios y la comunión con los hombres en el amor de Cristo Resucitado.
A pesar de que siga habiendo muchas veces incoherencia, y hasta oposición, entre las aspiraciones humanas y el mensaje de paz confiado a la Iglesia, sin embargo el Año Jubilar de Santiago se nos ofrece como una nueva promesa de primavera que dará frutos maduros y abundantes de salvación.
Es deber nuestro adelantar su venida con el cambio de nuestra mentalidad, quizá demasiado acostumbrada a los frutos amargos del egoísmo colectivo, y mostrándonos dispuestos a sacrificar el particularismo, el interés propio del hombre viejo en aras de un mundo nuevo, menos dividido, más justo, más bueno y más fraternal.
Sabemos cuán arraigada está en vuestro ánimo esta vocación a la paz, a la unidad y al progreso cristiano. ¿Será mucho pediros, amadísimos hijos españoles, que hagáis hoy una detenida reflexión sobre las exigencias que comporta vuestra fidelidad a la Iglesia de Cristo en esta época de renovación conciliar?
Os decimos esto sabiendo la indispensable función que tiene la misma Iglesia en la promoción de los valores humanos, en la trasformación de energías para el progreso ordenado de la sociedad, multiplicando su solicitud en un servicio desinteresado de caridad operante.
Para el cumplimiento de esta tarea, confiamos en primer lugar en vosotros, Hermanos en el Episcopado, y os alentamos a seguir siendo, con prudencia y vigor apostólicos, los guías verdaderos y los profetas de la fe y de la caridad, según el compromiso que juntos aceptamos en el Concilio.
Confiamos también en vosotros, sacerdotes y religiosos, cuya vida sacrificada al servicio de los hermanos es testimonio viviente de las riquezas escondidas de la Iglesia.
Confiamos en vosotros, seminaristas, y os exhortamos a corresponder a la llamada divina con todo vuestro ardor juvenil y a prepararos sólidamente con el estudio, la disciplina y la oración para el futuro ministerio.
Confiamos en vosotros, seglares católicos españoles, cuyo testimonio ejemplar demostrará bien a las claras la fuerza renovadora de la fe en el campo del trabajo profesional.
Confiamos, esposos españoles, en que vuestros hogares, donde queremos estar siempre como miembro de familia, seguirán siendo escuela de formación en el amor y en la fortaleza cristiana.
¡Españoles amadísimos, devotos de Santiago! Como Padre común os acompañamos en esta jornada dichosa y os reiteramos Nuestro afecto.
Un especial recuerdo para Nuestro amado Hermano, el Señor Cardenal Fernando Quiroga Palacios, Arzobispo de Santiago de Compostela, y para todos los Obispos españoles.
Presentamos también nuestro respetuoso saludo al Jefe del Estado, a las Autoridades Nacionales, provinciales y locales de toda España. Que la ofrenda simbólica de los fieles españoles al Apóstol lleve consigo un compromiso generoso con todo aquello que Dios y la Iglesia esperan de vosotros.
Invocando sobre vuestra Patria el auxilio divino- por intercesión de Santiago, os impartimos de corazón la Bendición Apostólica.
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