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 DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL SECRETARIO GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS,
 KURT WALDHEIM* 

Sábado 5 de febrero de 1972

 

Señor Secretario General:

Nos estamos muy emocionado por la visita que habéis querido hacerNos. Y con la más vive satisfacción Nos os recibimos hoy en el Vaticano.

Llegáis al cargo de Secretario General de las Naciones Unidas en un periodo de la historia humana cargado todavía de incertidumbres y de amenazas, pero en el que no faltan, sin embargo, algunos signos de distensión y una voluntad más clara, en ciertos sectores, de alcanzar, por fin, la paz entre los pueblos, objetivo primario de vuestra Organización; objetivo también, Vd. lo sabe, de los más vivos desvelos de la Iglesia católica. Aunque los planes y los medios sean distintos, vuestros esfuerzos y los Nuestros convergen, en cambio, en esa meta que responde a una aspiración tan honda de la humanidad entera: ¡la paz!

Todo lo que Nos hemos intentado en este campo, durante los últimos años, es suficientemente conocido para no tener que detallarlo aquí ante Vd. Si Nos lo mencionamos es para confirmar el interés con que Nos seguimos – y seguiremos – atenta y constantemente todas las iniciativas la Organización de las Naciones Unidas para instaurar, o establecer de nuevo la buena inteligencia entre todas las naciones del globo.

Hay también otro campo, muy cercano al de la paz, en que vuestra tarea y la nuestra se encuentran: es el de la defensa de los derechos del hombre, de los derechos de los grupos humanos, y, en particular, de las minorías étnicas. No se puede, sin grave peligro para la sociedad, resignarse a que se estén conculcando estos derechos hoy, en numerosos países, pese a tantas proclamaciones elocuentes, de tan numerosas y dolorosas heridas. La Iglesia que vela, ante todo, por los derechos de Dios, no podrá despreocuparse jamás de los derechos del hombre, creado a imagen y semejanza de su Creador. Ella se siente herida cuando los derechos de un hombre, cualquiera que sea, o dondequiera que esté, son ignorados y violados.

En virtud de la elección que se ha hecho de vuestra persona, Vd. se convierte, de algún modo, ante la humanidad entera, en el garante del respeto a estos derechos.

Responsabilidad formidable que os impone graves deberes, pero en la que todos los hombres de corazón están de vuestra parte. En cuanto a nosotros, reafirmamos hoy ante Vd. lo que tiempo atrás mostré con toda claridad nuestra presencia en la sede de vuestra Organización: Nos tenemos fe en la ONU, Nos tenemos confianza en sus posibilidades de extender los dominios de la paz y el reino del derecho en nuestro atormentado mundo; Nos estamos dispuesto a darle todo nuestro apoyo moral. La causa de la paz y del derecho es sagrada. Los obstáculos con que tropieza no deben desanimar a quienes se dedican a ella; provengan de circunstancias adversas o de la malicia de los hombres pueden y deben ser superados.

Lo que puede parecer desproporcionado a las fuerzas humanas, resulta posible con la ayuda de Dios.

De todo corazón Nos lo invocamos sobre Vd., Sr. Secretario General, y sobre vuestra bella y ardua empresa, y le aseguramos de Nuestra benevolencia, Nuestro aliento y Nuestra plegaria.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española,  n.7 p.1.

 



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