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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DEL PERÚ ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 30 de mayo de 1974

 

Señor Embajador:

En este acto solemne, en que Vuestra Excelencia nos ha hecho entrega de las Cartas, que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Perú ante la Santa Sede, nos es grato poder darle nuestra cordial y sincera bienvenida.

Con su presencia se nos hace más sensible la viva adhesión de un Pueblo, a Nos tan querido por sus acendradas y reconocidas virtudes que han germinado y brillado en ese espléndido grupo de Santos que han sabido honrar a la Iglesia con el testimonio de una caridad y servicio ejemplares.

Sabemos muy bien, por otra parte -y Vuestra Excelencia ha tenido a bien recordarlo-, que el Perú ha emprendido, con renovado empeño, una etapa cuidadosamente programada de elevación cultural y social.

Para alcanzar tales objetivos, es ciertamente necesaria una más justa distribución de tantos recursos naturales, con que la Providencia enriqueció a vuestro País, y de sus frutos; y también un despliegue de nuevas y más perfectas estructuras, capaces de tejer una trama flexible de medios y de métodos.

Pero todo esto no garantizaría por sí solo una convergencia eficaz de los ánimos hacia una resuelta y fructuosa colaboración mutua, en un ambiente de justa y pacífica convivencia.

En este contexto, la Iglesia, Madre y Maestra de los Pueblos, tiene -dentro de su específica misión de servicio- un cometido de primera importancia por cumplir. Ella, en efecto, partiendo de una concepción básica de los valores integrales del ser humano, está atenta a las aspiraciones más íntimas del mismo; promueve y alienta cuanto deriva de la dignidad innata del hombre y lo impulsa a favorecer, como individuo y como miembro de la sociedad, todo aquello que ayuda a la realización auténtica de la persona. A tal fin contribuye también grandemente la llamada que la Iglesia hace a las conciencias de todos, para que sublimen su pensamiento y su acción con la realidad de sentirse hijos del Padre común.

Al formular los mejores votos para el fructuoso desempeño de su alta misión, en la que podrá contar con nuestra benevolencia, le rogamos que transmita, Señor Embajador, nuestra gratitud por su deferente saludo al Excelentísimo Señor Presidente y nuestro recuerdo a todos los amadísimos hijos de la Nación peruana, sobre la cual invocamos copiosas bendiciones del cielo.


*AAS 66 (1974), p.346-347.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. XII, p.319-320.

L’Attività della Santa Sede 1974, p.167.

L'Osservatore Romano, 31.5.1974, p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.22, p.9.

 



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