DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA
ANTE LA SANTA SEDE*
Jueves 28 de noviembre de 1974
Señor Embajador:
Nos es sumamente grato dar hoy la bienvenida a Vuestra Excelencia en este acto de presentación de sus Cartas Credenciales, como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Venezuela ante la Santa Sede.
Las deferentes expresiones de Vuestra Excelencia testimonian la íntima adhesión con que el Gobierno y pueblo venezolanos se sienten vinculados a esta Sede Apostólica. Queremos ver también en ello un atestado de reconocimiento a la continuada tarea que la Iglesia ha sabido llevar a cabo en su país, para implantar el mensaje divino de salvación y para conducir al hombre a realizar su vocación eterna.
Fiel al mandato de Cristo, la Iglesia seguirá dispensando esta su obra con reiterada voluntad de servicio. No le pasan desapercibidas las condiciones de vida del hombre ‘moderno, con los profundos cambios operados en el aspecto social y cultural, que obligan casi a pensar en una nueva época de la historia humana (Cfr. Gaudium et Spes, 54). Esto constituye ya de por sí un estímulo para todos a tomar viva conciencia del sentido y valor de las conquistas del mundo actual.
Pero no es menos urgente la necesidad de hacer confluir todos estos resultados, mediante cauces aptos de comunicación y de participación, hacia una promoción auténtica, en lo moral y espiritual, de la persona. Es precisamente ésta la que, por su dignidad inviolable, debe no sólo constituir el objetivo primordial, sino también servir de base en todo proceso de desarrollo. De lo contrario, ese mismo desarrollo no pasaría de alimentar esperanzas artificiales, fundadas más que nada en efímeras perspectivas de consumo, con el riesgo de quedar subordinadas a metas inferiores incluso las mejores energías de la inteligencia y la voluntad.
A este respecto, no podemos menos de subrayar con cuánto esmero se ha dado prioridad en su país a fomentar los ideales de paz y de justicia que tanto ennoblecen a una sociedad ordenada y pacífica, proyectada sobre un patrimonio cultural, que reserva y comunica grandes experiencias espirituales para que sirvan de provecho a toda la comunidad (Cfr. Gaudium et Spes, 53).
En este contexto se inserta también el encomiable empeño puesto por el Episcopado venezolano, secundado por autoridades, sacerdotes y fieles -como Vuestra Excelencia ha querido poner de relieve en su discurso- para discernir las exigencias propias de la institución familiar: ello demuestra un interés especial por cultivar con la máxima dedicación esa célula de la sociedad, donde la vida se enriquece con la comunión personal, mucho más cuando se convierte en testimonio claro del sacramento de amor entre Cristo y la humanidad redimida.
Señor Embajador: No queremos terminar estas palabras sin antes asegurarle toda nuestra benevolencia y apoyo para el feliz cumplimiento de la alta misión que le ha sido confiada. Y, con nuestro sincero agradecimiento por todo cuanto nos ha expresado en nombre del Excelentísimo Señor Presidente de la República y Gobierno, rogamos a Vuestra Excelencia hacerse intérprete de nuestros mejores votos de prosperidad para las autoridades y para todos los amadísimos hijos de Venezuela, sobre la cual invocamos copiosas bendiciones divinas.
*AAS 66 (1974), p.703-704.
Insegnamenti di Paolo VI, vol. XII, p.1139-1140.
L’Attività della Santa Sede 1974, p.377-378.
L'Osservatore Romano, 29.11.1974, p.1.
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.48, p.4.
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