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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE INDONESIA ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 9 de diciembre de 1976

 

Señor Embajador:

Al dar la bienvenida a Vuestra Excelencia queremos, en primer lugar, expresar nuestro agradecimiento por los saludos que nos ha transmitido de parte de Su Excelencia el Presidente Suharto. Cordialmente correspondemos a sus buenos deseos, rogando a Dios que bendiga al pueblo de Indonesia en el desarrollo de su rica herencia cultural.

Deseamos agradecer también a Su Excelencia las expresiones de estima por el trabajo de la Santa Sede y de la iglesia católica en vuestro país y en el mundo entero. La Iglesia, en verdad, no tiene otro interés sino el que condujo a San Francisco Javier a Indonesia. Como recordamos con ocasión de nuestra inolvidable visita a vuestro bello y gran país, "su deseo fue hacer bien, el mayor bien posible, a sus hermanos los hombres, porque sabía que eso era lo que Dios quería de él" (AAS, 63, 1971, pág. 73).

Una parte excepcionalmente valiosa de la herencia que vuestro país ha conservado, y está dispuesto a transmitir a las futuras generaciones, es el profundo respeto a la vida religiosa de todos, y la disposición de las autoridades para tener en cuenta y promover esta vida religiosa, evitando interferencias en la búsqueda de la verdad y su seguimiento.

También la Iglesia católica desea ver respetadas las conciencias de las comunidades religiosas. El Concilio Ecuménico Vaticano II dedicó a este tema uno de sus más importantes documentos (Dignitatis humanae). Estamos persuadido de que tal respeto proporciona el fundamento de todo verdadero progreso, pues la libertad religiosa está íntimamente ligada a la dignidad y dinamismo de la persona humana.

En este momento apreciamos igualmente con complacencia el importante progreso material que vuestro país ha logrado en los últimos años. Sabemos que es el fruto de un trabajo continuo y de colaboración. Nuestra esperanza es que tal progreso ayude a proporcionar unas favorables condiciones de vida humana, con las que el amado pueblo de Indonesia llegue a alcanzar la más profunda felicidad en la vida. Este es nuestro deseo para ellos con la ayuda de Dios Omnipotente.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.51, p.10.



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