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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS OBISPOS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA
DE SANTIAGO DE COMPOSTELA EN VISITA «AD LIMINA»

Jueves 17 de febrero de 1976

 

Sentimos una gran alegría al veros hoy aquí, Venerables y queridos Hermanos en el Episcopado, que nos traéis también la cercanía de vuestros fieles de la provincia eclesiástica de Santiago de Compostela, a quienes unimos los de las diócesis de Pamplona y Cuenca.

Sabemos bien que este encuentro, punto central de vuestra visita «ad limina», ha sido retrasado por la conveniencia de atender pastoralmente a los numerosos peregrinos del Año Santo Jacobeo, acontecimiento de relevante importancia eclesial, no sólo en Galicia y España sino también fuera.

Se ha tratado de una manifestación colectiva de fe, que ha honrado con razón la memoria del Apóstol Santiago, tan íntimamente asociado a la historia religiosa y civil de la España católica, una vez más hecha espectáculo consolador de profunda religiosidad y de ansia de integración de lo trascendente en el esfuerzo diario por un mayor progreso. Venía así a fundirse el respeto por la tradición secular, que tantas glorias inscribió en los anales de la vida religiosa, con una vivencia actualizada y esperanzadora. Quiera Dios que ello siga alentando a vuestros fieles, haciéndolos no sólo continuadores de un pasado, sino creadores de un futuro rico de espiritualidad, denso de los mejores valores humanos, expresión de un hombre nuevo que se proyecta hacia lo más perfecto mirando a Dios.

No podemos deciros en estos breves momentos todo lo que desearíamos. Pero sí queremos dejaros al menos una recomendación especialmente calurosa: cuidad con prioridad de vuestros sacerdotes y almas consagradas, ayudadles a mantener bien robusta su propia identidad, exhortadles a acoger las inquietudes de los seglares, sembrando en ellos la unión y evitando cuanto pueda dividirlos. Y atended con mismo a las vocaciones.

Con nuestro aliento en vuestra preciosa tarea eclesial, llevaos el recuerdo cordial del Papa, que piensa en vosotros, en todos los miembros de vuestras respectivas comunidades eclesiales, a la vez que por todos ruega y a todos bendice de corazón.



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