DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE ESPAÑA
ANTE LA SANTA SEDE*
Viernes 7 de enero de 1977
Señor Embajador:
Constituye para Nos un motivo de gozo acoger hoy a Vuestra Excelencia, en este acto en el que nos presenta las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de España cerca de la Santa Sede. Reciba en esta ocasión nuestra más cordial bienvenida, junto con nuestro agradecimiento por las atentas expresiones que nos ha dirigido y por el aprecio manifestado hacia nuestra tarea al servicio de la humanidad y en favor de la paz.
Llega Vuestra Excelencia como representante de una Nación con la que esta Sede Apostólica ha mantenido fructuosas y estrechas relaciones seculares, en consonancia con la recia y profunda configuración religiosa de su Pueblo, el cual desde los albores del cristianismo recibió la fe de Cristo, se esforzó por vivirla con entereza en el ámbito personal y colectivo, la dilató allende sus fronteras y la plasmó en tantos modelos eclesiales de santidad, antiguos y recientes.
Estas relaciones consolidadas y fecundas, que no podían menos de sentir el influjo de las vicisitudes temporales, han hallado una nueva y feliz expresión, todavía por completar, en el reciente Acuerdo del mes de julio último, hito para una conveniente independencia mutua, que no excluye sino que reclama la sana y oportuna colaboración entre la Iglesia y la Comunidad política, en beneficio de los propios súbditos, que tienen conjuntamente una vocación temporal y eterna (Cfr. Gaudium et Spes, 76).
Tal ha sido el objetivo al que ha mirado y mira en todo momento la Sede Apostólica y la Iglesia en España, en un esfuerzo encaminado a «fomentar y elevar cuanto de verdadero, de bueno y de bello hay en la comunidad humana» (Gaudium et Spes, 76), favoreciendo así la consolidación de un clima social donde se afiance la concordia, la justicia, la caridad, en beneficio de los hombres y a gloria del Creador.
Por ello, puede estar seguro, Excelencia, de que en la nueva etapa que vive su País -y a la que miramos con simpatía y esperanza- no faltará por parte de la Iglesia, dentro del debido respeto por las varias opciones legítimas, el ofrecimiento de una adecuada iluminación, desde el Evangelio y el Magisterio, de la conciencia de los fieles, para que ellos asuman libre y responsablemente las concretas y justas decisiones cívicas que les corresponden.
Señor Embajador: Ante su persona queremos formular los mejores votos para su País, a fin de que éste, fiel a sus esencias cristianas, responda debidamente a la cita de la historia y, prosiguiendo por derroteros de concordia y de esfuerzo mancomunado de todos sus hijos, camine hacia un futuro de paz, de prosperidad, de integración interna y de justa inserción internacional.
Al asegurarle nuestra benevolencia para el feliz y fructífero cumplimiento de la alta misión de Vuestra Excelencia, le rogamos trasmita a Su Majestad el Rey nuestro vivo aprecio y agradecimiento por su deferente mensaje, mientras imploramos sobre su Persona, su Familia y todos los queridos hijos españoles abundantes bendiciones del Altísimo.
*AAS 69 (1977), p.51-53;
Insegnamenti di Paolo VI, vol. XV, p.46-47;
L’Attività della Santa Sede 1977, p.11-12;
L'Osservatore Romano, 7-8.1.1977, p.1;
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.3, p.9.
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