DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE BÉLGICA
ANTE LA SANTA SEDE*
Lunes 10 de enero de 1977
Señor Embajador:
Nos agradecemos vivamente las amables palabras que acaba de dirigirnos al presentar las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Su Majestad el Rey de los Belgas.
Vuestra Excelencia acaba de recordar las perspectivas en que sitúa la misión recibida. Vuestro país posee, en efecto, una rica tradición cultural, política y social al mismo tiempo, la cual le asegura un lugar de excepción entre las naciones ansiosas de justicia y de progreso y solícitas de colaborar eficazmente en la construcción de un mundo que aún está a la búsqueda de su porvenir.
En este esfuerzo hacia una mayor justicia y más concordia en las relaciones humanas dentro de los diversos niveles, la Iglesia, que no tiene otro fin específico que el servicio al Evangelio de la salvación, cumple asimismo su papel peculiar. Recordando continuamente la primacía de los valores éticos y espirituales, se goza en colaborar con las personas y los organismos que se inspiran en este mismo ideal. Nos sabemos que nuestros hijos de Bélgica, que ocupan un lugar tan importante en la vida de su país, se esfuerzan en inspirarse, para la orientación de las propias actividades, en las mismas fuentes de su larga tradición religiosa, a fin de responder a su vocación y contribuir al servicio de la comunidad de su nación y de toda la comunidad humana.
Nos hacemos votos, señor Embajador, por vos mismo en este día en que Nos tenemos el gusto de acogeros, y le deseamos el feliz cumplimiento de su importante misión.
Con particular agrado Nos le rogamos que transmita a Su Majestad el Rey de los Belgas y a Su Majestad la Reina, nuestro saludo respetuoso y cordial con Nuestros buenos deseos de prosperidad para el querido pueblo de Bélgica.
*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.4, p.11.
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