DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LOS OBISPOS DE NICARAGUA
EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»
Lunes 8 de mayo de 1978
Venerables hermanos en el Episcopado:
Sentimos una gran satisfacción al recibiros hoy colectivamente, Pastores del Pueblo de Dios en Nicaragua, que venís a Roma en esta visita «ad limina Apostolorum» para «ver a Pedro».
La profunda vivencia eclesial que el presente momento nos depara, hace resonar en nuestro ánimo, con todavía mayor intensidad, la solicitud constante que sentimos por todas las Iglesias, y en particular por aquellas encomendadas a vuestros cuidados inmediatos, que se suman al nuestro de Supremo Pastor.
En la inefable caridad que a todos nos une a Cristo Señor, queremos en primer lugar confortar vuestros esfuerzos y esperanzas, tributar un merecido reconocimiento a vuestra fidelidad a la Iglesia y agradeceros la generosa entrega que a ella prestáis, sin reserva de energías o sacrificios. Es nuestro homenaje público por vuestra callada y a veces incomprendida tarea ministerial, en medio de no infrecuentes ni pequeñas dificultades.
No olvidamos, en efecto, la problemática compleja por la que atraviesa la Iglesia y la sociedad civil en vuestro País. Ello requiere una vigilante atención por parte vuestra, para poder dar siempre la oportuna palabra eclesial que guíe prudentemente a vuestros fieles por el sendero justo y evite posturas que pueden resultar menos constructivas en lo eclesial y en lo social.
Para mejor obtener estos objetivos, será de gran ayuda una cordial cohesión y unidad de intentos por parte del Episcopado, en estrecha comunión con el Representante Pontificio cuyo genuino espíritu de servicio a la Iglesia esperamos que encuentre amplia correspondencia en vuestro país.
Todo ello os favorecerá también a la hora de entablar un diálogo abierto y constructivo con las autoridades civiles, dentro del respeto de las mutuas competencias y derechos, en fidelidad a las exigencias inderogables del ministerio pastoral y con el deseo de evitar a la nación momentos más dolorosos y difíciles. Y a la vez contribuirá a señalar con claridad finalidades estrictamente religiosas en determinados ámbitos de la vida eclesial, como habéis hecho recientemente.
A esta vuestra actitud deberá acompañar además una sensibilidad particular para responder con fidelidad a la llamada de los más pobres, para convertiros en defensores de los legítimos intereses de quienes carecen de voz, evitando con sabio discernimiento cualquier instrumentalización de la Iglesia en objetivos que no le son propios.
En esta singular circunstancia queremos también exhortaros a redoblar vuestro empeño, y el de vuestros colaboradores, para una atenta escucha de las expectativas de vuestros fieles, que anhelan sobre todo lo que sólo la Iglesia puede darles: la fuerza interior para empeñarse en una auténtica vida cristiana, que no rehúse las realidades del presente, pero que quede siempre abierta al sobrenatural y al pleno cumplimiento en el más allá.
Entre tanto, hay que procurar que todas las fuerzas disponibles sean empleadas al máximo, no en la sola denuncia de las deficiencias sino también y primordialmente en una benéfica y abnegada acción social de suplencia y de ayuda a cuantos necesitan la obra de la justicia, superada por la caridad.
Y, finalmente, queremos concluir estas palabras con una nota de esperanza. La que nos viene de la bien conocida vitalidad espiritual de vuestro pueblo y de su rica tradición cristiana y civil, que tanto apreciamos y que tanto nos consuela. Estamos persuadido de que como fruto de vuestra acción evangelizadora, secundada generosamente por vuestros colaboradores, brotarán en Nicaragua nuevas energías, que promoverán un nuevo florecimiento de la vida de la Iglesia.
Así lo esperamos y pedimos al Señor, recordando con particular afecto a las almas consagradas: sacerdotes, religiosos, religiosas, aspirantes a la vida de total entrega a la Iglesia. Llevad a ellos v a todos vuestros fieles nuestro afectuoso saludo y paterno recuerdo al que unimos de todo corazón una especial bendición apostólica.
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