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BENEDICTO XVI

ÁNGELUS

Domingo 18 de enero de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy es la Jornada mundial del emigrante y del refugiado. Puesto que este año se celebra el Año paulino, pensando precisamente en san Pablo como gran misionero itinerante del Evangelio, elegí como tema: "San Pablo emigrante, Apóstol de los pueblos". Saulo —este era su nombre judío— nació en una familia de judíos emigrados a Tarso, importante ciudad de Cilicia, y creció con una triple cultura —judía, helenística y romana— y con una mentalidad cosmopolita. Cuando se convirtió de perseguidor de los cristianos en apóstol del Evangelio, Pablo se transformó en "embajador" de Cristo resucitado para darlo a conocer a todos, con la convicción de que en él todos los pueblos están llamados a formar la gran familia de los hijos de Dios.

Esta es también la misión de la Iglesia, hoy más que nunca en nuestro tiempo de globalización. Como cristianos, no podemos dejar de sentir la necesidad de transmitir el mensaje de amor de Jesús, especialmente a cuantos no lo conocen, o se encuentran en situaciones difíciles y dolorosas. Hoy pienso particularmente en los emigrantes. Su realidad es, sin duda alguna, variada: en algunos casos, gracias a Dios, es serena y bien integrada; otras veces, por desgracia, es penosa, difícil e incluso dramática. Quisiera asegurar que la comunidad cristiana considera con atención a toda persona y a toda familia, y pide a san Pablo la fuerza de un renovado impulso para favorecer, en todas las partes del mundo, la convivencia pacífica entre hombres y mujeres de etnias, culturas y religiones diversas. El Apóstol nos dice cuál fue el secreto de su nueva vida: "También yo —escribe— fui conquistado por Cristo Jesús" (Flp 3, 12); y añade: "Sed imitadores míos" (Flp 3, 17). Sí, cada uno de nosotros, según su propia vocación y allí donde vive y trabaja, está llamado a testimoniar el Evangelio, con una solicitud mayor por aquellos hermanos y hermanas que, por diversos motivos, han venido de otros países a vivir entre nosotros, valorando así el fenómeno de las migraciones como ocasión de encuentro entre civilizaciones. Recemos y actuemos para que esto suceda siempre de modo pacífico y constructivo, con respeto y diálogo, previniendo toda tentación de conflicto y atropello.

Deseo añadir una palabra especial para los marineros y los pescadores, que desde hace un tiempo experimentan mayores sufrimientos. Además de las dificultades habituales, sufren restricciones para bajar a tierra y para acoger a bordo a los capellanes, y también afrontan los riesgos de la piratería y los daños de la pesca ilegal. Les expreso mi cercanía y el deseo de que su generosidad, en las actividades de socorro en mar, sea recompensada con una mayor consideración.

Por último, pienso en el Encuentro mundial de las familias, que se concluye en la ciudad de México, y en la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que inicia precisamente hoy. Queridos hermanos y hermanas, os invito a rezar por todas estas intenciones, invocando la intercesión materna de la Virgen María.


Después del Ángelus

Llamamiento en favor de la paz en Tierra Santa

Sigo con profunda trepidación el conflicto en la franja de Gaza. Recordemos también hoy ante el Señor a los cientos de niños, ancianos y mujeres, víctimas inocentes muertos a causa de la violencia inaudita, a los heridos, a cuantos lloran a sus seres queridos y a quienes han perdido sus bienes. Os invito, al mismo tiempo, a acompañar con la oración los esfuerzos que numerosas personas de buena voluntad están realizando para detener esta tragedia. Espero vivamente que se aproveche, con sabiduría, las posibilidades abiertas para restablecer la tregua y encaminarse a soluciones pacíficas y duraderas.

En este sentido, renuevo mi aliento a cuantos, tanto de una parte como de otra, creen que en Tierra Santa hay espacio para todos, a fin de que ayuden a su gente a levantarse de los escombros y del terror y a retomar valientemente el hilo del diálogo en la justicia y en la verdad. Este es el único camino que puede abrir efectivamente un futuro de paz para los hijos de esa querida región.

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Inicia hoy la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que se concluirá el próximo domingo 25 de enero. En el hemisferio sur, según el novenario proclamado por el Papa León XIII a finales del siglo XIX, la oración por la unidad de los cristianos se celebrará entre Ascensión y Pentecostés. El tema bíblico, en cambio, es común para todos. Este año fue sugerido por un grupo ecuménico de Corea y está tomado del libro del profeta Ezequiel: "Estarán unidas en tu mano" (Ez 37, 17). Acojamos también nosotros esta invitación y recemos con mayor intensidad, para que los cristianos caminen de modo decidido hacia la comunión plena entre sí. Me dirijo particularmente a los católicos esparcidos por el mundo, para que, unidos en la oración, no se cansen de trabajar para superar los obstáculos que impiden todavía la comunión plena entre todos los discípulos de Cristo. En la actualidad el compromiso ecuménico es aún más urgente, para dar a nuestra sociedad, marcada por trágicos conflictos y divisiones desgarradoras, un signo y un impulso hacia la reconciliación y la paz. Concluiremos esta Semana de oración en la basílica papal de San Pablo extramuros con la celebración de las Vísperas, el domingo próximo, memoria de la Conversión de san Pablo, que hizo de la unidad del cuerpo de Cristo un núcleo esencial de su predicación.

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La diócesis de Roma celebra hoy la Jornada diocesana de la escuela católica. Saludo a los responsables, a los dirigentes, a los profesores, a los padres y a los alumnos que han venido aquí. Queridos amigos, el servicio educativo de la escuela católica es hoy más valioso que nunca, porque los niños, los muchachos y los jóvenes necesitan recibir una instrucción válida, dentro de una visión coherente del hombre y de la vida. Con mi oración estoy cerca de cuantos enseñan y estudian en las escuelas católicas de Roma, y los animo a comprometerse siempre a formar comunidades educativas ricas en valores humanos y cristianos.

Dirijo un cordial saludo a los representantes de las comunidades católicas emigrantes presentes en Roma. Queridos amigos, os repito las palabras del apóstol san Pablo: en la Iglesia no sois extranjeros ni huéspedes, sino que formáis parte de la familia de Dios. Insertaos bien en la comunidad eclesial y civil, con la riqueza de vuestra fe y de vuestras tradiciones.

(En castellano)
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. Al comenzar la Semana de oración por la unidad de los cristianos, os invito a pedir insistentemente a Dios que conceda a los discípulos de su Hijo llegar al ansiado día en que todos puedan congregarse en torno a un único altar para participar del Pan de vida y del Cáliz de salvación, formando en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Encomendamos esta hermosa intención a la gloriosa intercesión de la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia. Feliz domingo.



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