BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Santuario de Nuestra Señora de Bonaria
Domingo 7 de septiembre de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Al final de esta solemne celebración eucarística deseo renovar a todos mi saludo y mi agradecimiento. Sobre todo, deseo saludar y dar las gracias por su acogida y su presencia al señor Silvio Berlusconi, presidente del Gobierno; al subsecretario, Giovanni Letta, y a todas las autoridades civiles y militares presentes. Por último, dirijamos de nuevo nuestra mirada a la "dulce Reina de los sardos", venerada en esta colina de Bonaria.
A lo largo de los siglos, ¡cuántos personajes ilustres han venido a rendirle homenaje! ¡Cuántos predecesores míos la han honrado con particular afecto! El beato Pío IX decretó su coronación; san Pío X, hace cien años, la proclamó patrona de toda Cerdeña; Pío XI atribuyó a la nueva iglesia el título de basílica menor; Pío XII, hace cincuenta años, se hizo presente espiritualmente aquí con un mensaje especial transmitido en directo por Radio Vaticano; y el beato Juan XXIII, en 1960, envió una carta con ocasión de la reapertura del santuario al culto, después de su restauración.
El primer Papa que visitó la isla después de 1650 años fue el siervo de Dios Pablo VI, que estuvo en el santuario el 24 de abril de 1970. También el amado Juan Pablo II oró ante la sagrada imagen de la Virgen, el 20 de octubre de 1985. Siguiendo las huellas de los Papas que me han precedido, también yo he elegido el santuario de Bonaria para realizar una visita pastoral que quiere abrazar idealmente a toda Cerdeña.
A María hemos renovado hoy la consagración de la ciudad de Cágliari, de Cerdeña y de cada uno de sus habitantes. Que la Virgen santísima siga velando sobre todos y cada uno, para que el patrimonio de los valores evangélicos se transmita íntegro a las nuevas generaciones y para que Cristo reine en las familias, en las comunidades y en los diversos ámbitos de la sociedad. Que la Virgen proteja en particular a cuantos, en este momento, necesitan más su intervención maternal: los niños y los jóvenes, los ancianos y las familias, los enfermos y todos los que sufren.
Conscientes del papel tan importante que desempeña María en la vida de cada uno de nosotros, como hijos devotos festejamos hoy su nacimiento. Este acontecimiento constituye una etapa fundamental para la Familia de Nazaret, cuna de nuestra redención; un acontecimiento que nos concierne a todos, porque cada uno de los dones que Dios le concedió a ella, nuestra Madre, se lo concedió pensando también en cada uno de nosotros, sus hijos. Por eso, con inmensa gratitud, pidamos a María, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, que proteja a todas las madres terrenas: a aquellas que, junto con su marido, educan a sus hijos en un ambiente familiar armonioso; y a aquellas que, por muchas razones, tienen que afrontar solas una tarea tan ardua. Que todas realicen con entrega y fidelidad su servicio diario en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. Que la Virgen sea para todas apoyo, consuelo y esperanza.
Ante la mirada de María quiero recordar a las queridas poblaciones de Haití, duramente probadas en los días pasados por tres huracanes. Ruego por las víctimas, por desgracia numerosas, y por los que perdieron su vivienda. Estoy cerca de toda la nación y deseo que le lleguen cuanto antes las ayudas necesarias. Encomiendo a todos a la protección maternal de Nuestra Señora de Bonaria.
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